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Palabra Creadora

EL LIBRO DEL PROFETA MALAQUÍAS

EL LIBRO DEL PROFETA MALAQUÍAS

El libro llamado de “Malaquías” era probablemente anónimo, porque este nombre significa “mi mensajero” y aparece deducido del cap 3, 1.  Se compone de seis trozos construidos conforme a un mismo tipo:  Yahvé, o su profeta, emite una afirmación que es discutida por el pueblo o por los sacerdotes, y que es desarrollada en un discurso, en el que van a la par amenazas y promesas de salvación. 

 Hay dos grandes temas :

1. Las faltas cultuales de los sacerdotes y también de los fieles.  Ver Cap 1, 6 al 2, 9 y 3, 6-12.

2. El escándalo de los matrimonios mixtos y de los divorcios.  Ver Cap 2, 10-16.

 El profeta anuncia el Día de Yahvé, que purificará a los miembros del sacerdocio, devorará a los malvados y asegurará el triunfo de los justos,  ver Cap 3, 1-5 y del 13-21. El pasaje del cap 3, 22-24 es un añadido,   quizá también  lo sea el 2, 11-13.

El contenido del libro permite determinar su fecha,  la cual es posterior al restablecimiento del culto en el Templo reconstruido (515 a. C.) y anterior a la prohibición de los matrimonios mixtos bajo Nehemías (año 445 a. C.), bastante próximo a esta última fecha.  El impulso que Ageo y Zacarías habían dado se ha roto, y la comunidad flojea.  Inspirándose en el Deuteronomio, y también en Ezequiel, el profeta afirma que no es posible burlarse de Dios, que exige de su pueblo religión interior y pureza. 

Espera la venida del Ángel de la Alianza, preparada por un enviado misterioso, cap 3, 1 en el que Mt. 11, 10,(ver Lc 7, 27 y Mc 1, 2), ha reconocido a Juan el Bautista, el Precursor.  Esta era mesiánica contemplará el restablecimiento del orden cultual, cap 3, 4, que culminará en el sacrificio perfecto ofrecido a Dios por todas las naciones, 1, 11.

EL LIBRO DEL PROFETA ZACARÍAS, PARTE II

EL LIBRO DEL PROFETA ZACARÍAS, PARTE II

La segunda parte que va del capítulo 9 al 14, que además comienza con un título nuevo, 9,1,  es del todo diferente.  Las piezas no tienen fecha y son anónimas. Ya no se habla de Zacarías ni de Josué ni de Zorobabel ni de la construcción del Templo.  El estilo es diferente y utiliza con frecuencia los libros anteriores, sobre todo Jeremías y Ezequiel. El horizonte histórico ya no es el mismo:  Asur y Egipto vienen a ser nombres simbólicos de todos los opresores.

Estos capítulos fueron  compuestos probablemente en los últimos decenios del siglo IV a. C., después de la conquista de Alejandro.  A pesar de los esfuerzos últimamente renovados para probar su unidad,  debemos admitir que son heterogéneos.  Se distinguen dos secciones, introducidas cada una de ellas por un título,  9, 11 y 12, 14;  la primera está casi en su totalidad en verso, la segunda casi enteramente en prosa.  Se habla de un Deutero-Zacarías y de un Trito-Zacarías.  En realidad se trata de dos composiciones que también por su parte son heterogéneas. La primera se vale al parecer de antiguos trozos poéticos, preexílicos, y se refiere a sucesos históricos difíciles de precisar (la aplicación de 9, 1-8 a la conquista de Alejandro parece la más probable). La segunda parte, 12-14, describe con terminología apocalíptica las pruebas y las glorias de la Jerusalén de los últimos tiempos.  Pero la escatología (doctrina referente a la vida después de la muerte),  tampoco está ausente de la primera parte y algunos temas se encuentran en las dos secciones, por ejemplo, el de los “pastores del pueblo”,  cap 10, 2-3; 11, 4-14; 13, 7-9.

Esta parte del libro es importante sobre todo por su doctrina Mesiánica, que tampoco ofrece una unidad;  el resurgimiento de la Casa de Davidespera de un Mesías humilde y manso,   anuncio misterioso del Traspasado,   es una teocracia guerrera  pero también cultual al estilo de Ezequiel. 

Los rasgos anteriores se armonizarán en la persona de Cristo,  y el Nuevo Testamento cita con frecuencia estos capítulos de Zacarías o al menos los alude.

 

EL LIBRO DEL PROFETA ZACARÍAS, I PARTE

EL LIBRO DEL PROFETA ZACARÍAS, I PARTE

El libro de Zacarías se compone de dos partes muy distintas: Cap 1 al 8 y del 9 al 14.  Tras una introducción fechada en octubre-noviembre del año 520 a. C., dos meses después de la primera profecía de Ageo,  el libro refiere ocho visiones del profeta que comienzan en febrero del 519, cap 1, 7 – 6, 8, seguidas de la coronación simbólica de Zorobabel (los escribas introdujeron el nombre del sumo sacerdote Josué cuando se desvanecieron las esperanzas puestas en Zorobabel y el sacerdocio retuvo el poder), ver cap 6, 9-14.  El capítulo 7 es una ojeada retrospectiva al pasado nacional, y el capítulo 8 abre perspectivas de salvación mesiánica, ambos a propósito de un problema sobre el ayuno, planteado en noviembre del 518.

 Este conjunto bien fechado y de pensamiento homogéneo es ciertamente auténtico;  lleva, sin embargo, las huellas de una revisión, hecha por el profeta mismo o por sus discípulos.  Por ejemplo, los anuncios universalistas del cap 8, 20-23 han sido añadidos después de los versículos 18-19, que constituye una conclusión.

 Zacarías se preocupa, como Ageo,  de la reconstrucción del Templo, se extiende más que él al hablar de la restauración nacional y de sus exigencias de pureza y moralidad, y la espera escatológica resulta en él más apremiante.  Esta restauración ha de dar paso a una era mesiánica en que el sacerdocio representado por Josué será exaltado, cap 3, 1-7, pero en el que la realeza será ejerciada por el “Germen”,  3, 8, que es un término mesiánico que aplica a Zorobabel,  ver cap 6, 12.   Los dos Ungidos, 4, 14, gobernarán en perfecta armonía, 6, 13.  Así, Zacarías resucita la vieja idea del mesianismo real, pero la asocia a las preocupaciones sacerdotales de Ezequiel, cuya influencia se advierte en muchos puntos: papel preponderante de las visiones, tendencia apocalíptica y afán de pureza.  Los mismos rasgos y la importancia que se concede a los ángeles son un anticipo de Daniel.

EL LIBRO DE PROFETA AGEO

EL LIBRO DE PROFETA AGEO

Con este profeta comienza el último período profético, el posterior al Destierro. Aparece aquí un cambio llamativo: antes del Destierro el santo y seña de los profetas había sido el Castigo; durante el Destierro se había convertido en Consolación, y ahora es Restauración.

Ageo llega en un momento decisivo para la formación del Judaísmo y que constituye el nacimiento de la nueva comunidad de Palestina.  Sus breves exhortaciones están fechadas con exactitud a finales de agosto o mediados de diciembre del 520 a. C.  Los primeros judíos vueltos de Babilonia para reconstruir el Templo se desanimaron enseguida.  Pero los profetas Ageo y Zacarías reavivaron las energías e indujeron al gobernador Zorobabel y al sumo sacerdote Josué a proseguir los trabajos del Templo, lo que se hizo en septiembre del 520, cap 1, 15 y Esdras 5, 1.

Este es el objetivo de los cuatro breves sermones que componen el libro : Dios ha echado a perder los frutos de la tierra porque el Templo sigue en ruinas, pero su reconstrucción traerá una era de prosperidad.  Este nuevoTemplo, a pesar de su modesta apariencia, eclipsará la gloria del antiguo, y se promete el poderío de Zorobabel, el elegido de Yahvé.

Este profeta presenta la construcción del Templo como condición de la venida de Yahvé y del establecimiento de su reino,  pues va a inaugurarse la era de la salvación escatológica.  Es así como se cristaliza en torno al santuario y al descendiente de David, la esperanza mesiánica que Zacarías va a expresar con más claridad.

EL LIBRO DE SOFONÍAS

EL LIBRO DE SOFONÍAS

Según el título de su librito,  Sofonías profetizó en tiempo de Josías, esto es desde el 640 al 609 a. C.   Sus ataques contra las costumbres extranjeras,  ver cap 1, 8, y los cultos de los falsos dioses, cap 1, 4-5,  sus censuras a los ministros, cap 1, 8, y su silencio respecto del rey indican que predicó antes de la reforma religiosa y durante la minoría de Josías,  entre el 640 y el 630,  o sea, inmediatamente antes de que comenzara el ministerio de Jeremías.  

Judá, privada por Senaquerib de una parte de su territorio, vivió bajo la dominación asiria, y los reinados impíos de Manasés y de Amón favorecieron el desorden religioso.  Pero el debilitamiento de Asiria suscitó en este tiempo la esperanza de una restauración nacional que iría acompañada de una reforma religiosa.

 El libro se divide en cuatro breves secciones :

1. El Día de Yahvé,  cap 1, 2 y 2, 3.

2. Contra las naciones, cap 2, 4-15.

3. Contra Jerusalén, cap 3, 1-8.

4. Promesas,  cap 3, 9-20.

 El mensaje de Sofonías se resume en un anuncio del DIA DE YAHVÉ (Ver Amós), una catástrofe que alcanzará a todas las naciones tanto como a Judá,  ya que este pueblo se le condena por sus culpas religiosas y morales, inspiradas en el orgullo y la rebeldía, cap 3,  1-11.

 Esta pequeña obra tuvo influencia limitada y sólo una vez es utilizada en el Nuevo Testamento,  ver Mateo 13, 41.  Pero la descripción del DIA DE YAHVÉ, cap 1, 14-18 inspiró la de Joel y deparó a la Edad Media el comienzo del DIES IRAE.

 

EL LIBRO DEL PROFETA HABACUC

EL LIBRO DEL PROFETA HABACUC

 

El corto libro de Habacuc está compuesto con mucho cuidado.  Se inicia con un diálogo entre el profeta y su Dios: a dos quejas del profeta responden dos oráculos divinos,  Cap 1, 2 y 2, 4.  El segundo oráculo fulmina cinco imprecaciones contra el opresor inicuo, Cap 2,  5-20.  Luego, el poeta canta en un salmo el triunfo final de Dios, Cap 3. 

Sin embargo,  se discuten las circunstancias de la profecía y la identificación del opresor. Se ha pensado en los asirios o en los caldeos,  y hasta en el propio rey de Judá, Joaquín.  Esta última hipótesis no se puede sostener, mientras que las otras dos se apoyan en buenos argumentos.  Si se acepta que los opresores representan a los asirios, contra ellos sin duda suscita Yahvé a los caldeos,  ver Cap 1, 5-11.  Se puede también admitir que los opresores son del principio a fin los caldeos,  mencionados en el Cap 1, 6.  Ellos han sido los instrumentos de Dios para castigar a su pueblo, pero a su vez serán castigados por su inicua violencia, porque Yahvé ha salido a hacer la guerra para salvar a su pueblo, y el profeta espera esta intervención divina con una angustia que finalmente se transforma en alegría.  Si esta interpretación es válida habría que fechar el libro entre la batalla de Carquemis (605 a. C.) que dio a Nabucodonosor el Próximo Oriente, y el primer asedio de Jerusalén en el 597 a. C. Así, Habacuc sería muy poco posterior a Nahúm y, como él, contemporáneo de Jeremías.

Dentro de la doctrina de los profetas, Habacuc aporta una nota nueva:  se atreve a pedir a Dios cuenta de su gobierno del mundo.  Ciertamente Judá ha pecado, pero ¿por qué Dios, que es santo,  (Cap 1, 12) que tiene ojos demasiado puros para ver el mal (Cap 1, 13), escoge a los caldeos bárbaros para ejercer su venganza?;  ¿por qué ha de castigar al malvado, otro peor que él?;  ¿por qué parece que Dios ayuda al triunfo de la fuerza injusta?

Es el problema del MAL, planteado en el plano de las naciones, y el escándalo de Habacuc es también el de muchas almas modernas.  A él y a ellas se dirige la respuesta divina: por caminos paradójicos, el Dios omnipotente prepara la victoria final del derecho, y “el justo por su fidelidad vivirá”, Cap 2, 4,  perla de este librito que San Pablo engarzará en su doctrina de la fe.  Ver Rom 1, 17; Ga 3, 11; Hb 10, 38.

EL LIBRO DEL PROFETA NAHÚM

EL LIBRO DEL PROFETA NAHÚM

El libro de Nahúm comienza con un salmo sobre la Cólera de Yahvé contra los malvados y con sentencias proféticas que contraponen el castigo de Asur y la salvación de Judá,  cap 1, 2 al 2, 3, pero el tema principal indicado por el título es la ruina de Nínive, anunciada y descrita con un poder de evocación que hace de Nahúm uno de los grandes profetas de Israel,  Cap 2, 4 al 3, 19.  No hay razón para negarle el salmo y los oráculos del comienzo, que forman una buena introducción a este terrible cuadro. 

Se ha sostenido, aunque sin pruebas suficientes, que esta introducción (o todo el libro) tenía origen cultual o, al menos había sido empleado en la liturgia del Templo. 

La profecía es algo anterior a la conquista de Nínive en el 612 a. C.  Se siente vibrar aquí toda la pasión de Israel contra el enemigo hereditario, el pueblo de Asur;  se oye cantar a las esperanzas que despierta su caída.  Mas, a través de este nacionalismo violento, que no vislumbra aún el Evangelio,  ni siquiera en el universalismo de la segunda parte de Isaías, se expresa un ideal de justicia y de fe: la ruina de Nínive es un juicio de Dios que castiga al enemigo del plan divino,  Cap 1,  11;  2, 1,  al opresor de Israel, Cap. 1, 12-13, y a todos los pueblos,  Cap 3,  1-7. 

Esta pequeña obra parece que alimentó las esperanzas humanas de Israel hacia el año 612, pero la alegría fue breve, y la ruina de Jerusalén siguió de cerca a la de Nínive.  Entonces se amplió y ahondó el sentido del mensaje.  Para describir la llegada de la salvación,  Isaías en el Cap. 52, 7 repite la imagen de Nahúm del Cap 2, 1.  

Mensaje de Nahúm: Sus profecías,  su estilo y mensaje reflejan el corazón de un patriota israelita que ama tanto a su nación,  que con pasión nacionalista se lanza con amenazas sobre la ciudad de Nínive,  que es su opresora y enemiga, implorando la justicia de Dios y el cumplimiento de sus promesas,  seguro que el Señor gobierna la historia de los pueblos, y es fiel a su palabra de salvar a su pueblo. 

En Qumrán se han encontrado los fragmentos de un comentario de Nahúm que aplicaba arbitrariamente las expresiones del profeta a los enemigos de la comunidad.

 

 

 

EL LIBRO DEL PROFETA MIQUEAS

EL LIBRO DEL PROFETA MIQUEAS

El Profeta Miqueas,  que no debemos confundir con Miqueas Ben Yimlá, que vivió en el reinado de Ajab, IR 22,   era de Judá, originario de Moréset, al Oeste del Hebrón.  Actuó en los reinados de Ajaz y Ezequias,  es decir,  antes y después de la toma de Samaría en el año 721 a. C. Fue pues,  en parte,  contemporáneo de Oseas y, por más tiempo de Isaías.  

Por su origen campesino, se asemeja a Amós, con quien comparte la aversión por las grandes ciudades, el lenguaje concreto y a veces brutal, el gusto por las imágenes rápidas y los juegos de palabras. Las culpas que denuncia,  como lo hizo Amós,  son  la opresión ejercida por los ricos sobre los pobres,  la injusticia y falsedad de los jefes y de los falsos profetas.

Es el profeta del “Juicio de Dios”, Yahvé es juez y amonesta, procesa y condena el pecado y la explotación del pueblo y de los jefes.  Su libro se divide en cuatro partes, donde se alternan amenazas y promesas:

Cap 1,  2 al 3, 12  Proceso de Israel.

Cap 4,  1 al 5,14   Promesas a Sión.

Cap 6,  1 al 7, 7    Nuevo Proceso de Israel.

Cap 7, 8-20,  Esperanzas.  (Época de la vuelta del Destierro)

Las promesas a Sión contrastan demasiado violentamente con las amenazas en que se hallan encuadradas,  y esta composición equilibrada es un arreglo de los editores del libro.  Es difícil determinar la extensión de las modificaciones que ha sufrido en el medio espiritual donde se conservaba el recuerdo del profeta. 

La colección de oráculos de los capítulos 4 y 5 quedó formada durante o después del Destierro, pero contiene piezas auténticas y no hay razones decisivas para negar a Miqueas el anuncio mesiánico del cap 5, 1-5, que concuerda con la esperanza que Isaías proponía por la misma época,  Is 9 e Is 11. 

El castigo para su pueblo está decidido,  vendrá Yahvé a juzgar y castigar,  se anuncia la ruina de Samaría, la de las ciudades de la Tierra Baja donde vive Miqueas y la de Jerusalén,  que se convertirá en un montón de escombros.  Sin embargo,  el profeta conserva una esperanza, ver 7, 7.  Vuelve a la doctrina del Resto, esbozaba por Amós y anuncia el nacimiento en Efratá del Rey pacífico que apacentará el rebaño de Yahvé,  cap 5, 1-5. 

La influencia de Miqueas fue duradera,  los contemporáneos de Jeremías conocían y citaban un oráculo contra Jerusalén,  Jr. 26, 18.  El Nuevo Testamento ha conservado el texto sobre el origen del Mesías en Efratá-Belen,  Mt 2, 6;  Jn 7, 42.

EL LIBRO DE JONÁS

EL LIBRO DE JONÁS

Esta obra difiere del resto de los libros proféticos. Se trata de una simple narración: cuenta la historia de un profeta desobediente que primero quiere sustraerse de su misión y que luego se queja a Dios del éxito inesperado de su predicación. El héroe a quien se atribuye esta aventura un tanto extraña es un profeta contemporáneo de Jeroboam II, mencionado en 2Reyes 14, 25. Pero esta pequeña narración no se presenta como obra suya, y en efecto no puede serlo. La “gran ciudad” de Nínive, destruida en el 612, ya no es más que un lejano recuerdo, el pensamiento y la expresión deben mucho a los libros de Jeremías y Ezequiel, y el lenguaje es posterior. Todo invita a situar la composición después del Destierro, en el curso del siglo V.

El salmo 2, 3-10, que pertenece a un género literario diferente y que no guarda relación alguna con la situación concreta de Jonás ni con la enseñanza del libro, es muy probablemente una interpolación.

Queda descartada una interpretación histórica, por varios argumentos : Dios puede trocar los corazones, pero la súbita conversión del rey de Nínive y de todo su pueblo al Dios de Israel habría dejado huellas en los documentos asirios y en la Biblia. Dios es también señor de las leyes de la naturaleza, pero los prodigios se acumulan aquí a modo de “jugarretas” que Dios hace al profeta: la súbita tempestad, Jonás designado por la suerte, el pez monstruoso, el ricino que crece en una noche y se seca en una hora; y todo ello referido con una ironía sin par, muy ajena al estilo histórico.

Este libro se propone agradar y también instruir : es un escrito didáctico, y su enseñanza señala una de las cumbres del Antiguo Testamento. Rompiendo con una interpretación estrecha de las profecías, afirma que las amenazas, inclusive las más categóricas, son expresión de una voluntad misericordiosa de Dios, que sólo espera alguna muestra de arrepentimiento para conceder su perdón. El oráculo de Jonás no se cumple pero es porque en efecto los decretos de destrucción son siempre condicionales. Lo que Dios quiere es la conversión, y, por lo mismo, la misión del profeta ha sido un éxito completo, ver Jeremías 18, 7-8.

Mensaje del libro : Rompiendo con el particularismo en que estaba encerrada la comunidad post-exílica, predica un universalismo extraordinariamente abierto. En esta historia todo el mundo es simpático: los marinos paganos del naufragio, el rey, los habitantes y hasta los animales de Nínive; todo el mundo excepto el único israelita que entra en escena, ¡y este es el profeta Jonás! Dios será indulgente con su profeta rebelde, pero, sobre todo, su MISERICORDIA se extiende también al enemigo más vilipendiado de Israel.

Estamos a un paso del Nuevo Testamento: Dios no es solamente Dios de los judíos; es también el Dios de los paganos, porque no hay más que un solo Dios, Romanos 3, 29.


EL LIBRO DEL PROFETA ABDÍAS

EL LIBRO DEL PROFETA ABDÍAS

Este libro es un grito apasionado de venganza, cuyo espíritu nacionalista contrasta con el universalismo de la segunda parte de Isaías,  por ejemplo,  pero  exalta también la justicia terrible y el poder de Yahvé,  que obra como defensor del derecho, y no hay que aislarlo de todo el movimiento profético, del que no representa más que un momento pasajero.

Abdías junto con Ageo y Zacarías,  cooperaron con su palabra en la misión de la restauración.  Estos profetas fueron llamados “cultuales” por su interés en restablecer el culto a Yahvé retornando a la fidelidad a la ley del Deuteronomio.

En este  libro que es el más corto del A. T.,  el profeta quiere manifestar sólo tres ideas :   1 Que los israelitas que regresaron del exilio son ese RESTO DE ISRAEL que construirá el nuevo culto a Yahvé.   2  En el “Día de Yahvé” serán juzgados los enemigos de Israel y 3 El “Reino de Dios”, escatológico y espiritual, no tendrá un carácter real o de dominio como el antiguo reino de David, sino que será un Reino basado en la santidad y el culto.

 

EL LIBRO DEL PROFETA AMÓS

EL LIBRO DEL PROFETA AMÓS

Nació Amós en el siglo VIII a. C.  y se le reconoce como rugido de león. Antes de su vocación fue pastor y labrador que apacentaba sus ovejas y cultivaba cabrahígos (planta masculina de la higuera silvestre) en Tékoa, localidad de la montaña de Judá, situada a 20 kilómetros al sur de Jerusalén.  A pesar de su pertenencia al reino de Judá, Dios lo llamó al reino de Israel,  ver cap 1, 1; 7, 14s,  para que predicara contra la corrupción moral y religiosa de aquel país cismático que se había separado de Judá y el Templo.

El marco en que desempeña su ministerio profético está situado junto al santuario de Betel.  Desde un principio,  el profeta se mostró intrépido defensor de la Ley de Dios, especialmente en su encarnizada lucha contra el culto del becerro de oro erigido en Betel.  Perseguido por Amasías, sacerdote de aquel becerro,  ver cap 7, 10,  el profeta murió mártir según una tradición judía.

Denunció abiertamente las graves injusticias sociales y el laxismo ético-religioso ante el orgullo nacionalista, el capitalismo desenfrenado y el paganismo generalizado. 

Los dos primeros capítulos de este libro contienen amenazas contra los pueblos vecinos, mientras que los capítulos 3 al 6 comprenden profecías contra el reino de Israel por sus extorsiones, avaricia, fraudes e idolatría.

Los capítulos 7 a 9 presentan cinco visiones proféticas acerca del juicio de Dios sobre su pueblo y el reino mesiánico, a cuyas maravillas dedica los últimos versículos como lo hacen también Oseas, Joel, Abdías y casi todos los Profetas Mayores y Menores. 

Con un estilo sencillo y tan rudo como cabe esperar de un pastor que pasa su vida entera entre los animales que cuida en soledad,  condena la vida corrompida de las ciudades,  se indigna por las desigualdades sociales,  que como hoy en día, claman al cielo por tanta injusticia y protesta por la falsa seguridad depositada en los ritos religiosos de sus contemporáneos que están vacíos porque no conllevan compromisos personales. 

Por primera vez emplea dos expresiones que luego serán utilizadas ampliamente en la literatura profética posterior,  habla del “DIA DE YAHVÉ”,  para designar el momento en que Dios tomará justas decisiones reivindicativas;  en medio de las tinieblas, Yahvé castigará a Israel por su maldad,  utilizando a un pueblo que en la mente del profeta Amós es Asiria.  La otra expresión novedosa es “EL RESTO”, término con el que se quiere designar a una porción de los israelitas fieles al yavismo puro en quienes reposará la esperanza de una perspectiva de salvación posterior. 

Cumplió con valentía el difícil encargo de hablar claro y sin tapujos para clarificar actitudes, aunque le llevaron a sufrir acusaciones de Amasías, sacerdote de Betel, y la persecución de su hijo Ozías.

 

 

EL LIBRO DEL PROFETA JOEL

EL LIBRO DEL PROFETA JOEL

El libro de Joel se divide por sí solo en dos partes.  En la primera,  una invasión de langosta que causa estragos en Judá provoca una liturgia de duelo y de súplica; Yahvé responde prometiendo el fin de la plaga y la vuelta de la abundancia, Cap 1, 2 al 2, 27.  La segunda parte describe en estilo apocalíptico el juicio de las naciones y la victoria definitiva de Yahvé y de Israel,  Cap 3 al 4.

La unidad entre estas dos partes queda asegurada por la referencia del Día de Yahvé, que es propiamente el tema de los capítulos 3 y 4,  pero que ya aparecen en el Cap 1, 15;  2, 1-2; 10-11.  Las langostas son el ejército de Yahvé, lanzado para ejecutar su juicio,  un Día de Yahvé del que puede uno librarse por la penitencia y la oración.  El azote viene a ser el tipo del solemne juicio final,  el Día de Yahvé, que abrirá los tiempos escatológicos.  No hay razones para distinguir dos autores ni dos épocas de composición.  Todavía recientemente se ha defendido una fecha hacia finales de la época monárquica. 

La mayoría de los exégetas se inclinan por el período postexílico,  con los siguientes argumentos : la ausencia de referencia de un rey,  las alusiones al Destierro, pero también el Templo reconstruido, las relaciones con el Deuteronomio y los profetas posteriores, Ezequiel, Sofonías, Malaquías, Abdías, citado en el cap. 3, 5.  El libro pudo haber sido compuesto hacia el año 400 a. C.

Sus vínculos con el culto son evidentes. En consecuencia se ha considerado a Joel como profeta cultual, adscrito al servicio del Templo.  Sin embargo, estos rasgos pueden explicarse por la imitación literaria de las formas litúrgicas.  Este libro no es la reseña de una predicación en el Templo, sino una composición escrita, hecha para ser leída.  Nos hallamos al final de la corriente profética.

La efusión del espíritu profético sobre todo el pueblo de Dios en la era escatológica,  Cap 3,  1-5,  responde a los deseos de Moisés en Números 11, 29.  El Nuevo Testamento considera que el anuncio se ha cumplido con la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles de Cristo, y San Pedro citará todo este pasaje,  Ver Hechos 2,  16-21.  Joel es el profeta de Pentecostés.  Es también el profeta de la penitencia,  y sus invitaciones al ayuno y a la oración, tomadas de las ceremonias del Templo o redactadas según el modelo de éstas, entrarán con naturalidad en la liturgia cristiana de Cuaresma.

EL LIBRO DEL PROFETA OSEAS

EL LIBRO DEL PROFETA OSEAS

El profeta Oseas vivió hacia el año 750 a. C., en el reino del Norte Israel.  Era contemporáneo de Amós. Oseas, hijo de Beeri, profetizó durante un largo período, del 785 al 725 a. C.  Su libro fue escrito probablemente entre el 755 y el 725 a. C. Su libro comprende la narración personal de sus mensajes  proféticos a los hijos de Dios y el mundo.  Oseas es el único profeta de Israel que dejó algunas profecías escritas, las cuales fueron registradas durante los últimos años de su vida.

El propósito de sus escritos era recordar a los israelitas,  y de paso a nosotros,  que nuestro Dios es un Dios de amor, cuya lealtad al pacto con su pueblo es inalterable.  A pesar del continuo extravió de Israel al ir tras de falsos dioses, la fidelidad  de Dios es representada  en el sufrimiento del esposo de la mujer infiel.  Su mensaje también es una advertencia para aquellos que dieran la espalda al amor de Dios. A través de la presentación simbólica del matrimonio de Oseas con Gómer, el amor de Dios por la nación idólatra de Israel es revelado en una rica metáfora en los temas del pecado, el juicio y el amor que perdona. (Oseas cap 1, 2 :  “Comienzo de las palabras de Yahvé transmitidas por medio de Oseas.  Dijo Yahvé a Oseas : Anda, toma para ti una mujer dada a la prostitución, porque el país se está prostituyendo completamente, apartándose de Yahvé.”

 El libro puede dividirse en dos partes :  Del capítulo 1, 1 al 3,5  es una descripción de la esposa adúltera y un esposo fiel,  símbolo de la infidelidad de Israel hacia Dios a través de la idolatría.    Del capítulo 3, 6 al 14, 9,  contiene la condenación de Israel, especialmente Samaria, por la adoración de ídolos y su eventual restauración. La primera sección del libro contiene tres diferentes poemas ilustrando cómo los hijos de Dios regresan una y otra vez a la idolatría.  Dios le ordena a Oseas casarse con Gómer, quien después de haberle dado tres hijos, ella lo abandona para ir tras sus amantes. El énfasis simbólico puede ser claramente visto en el primer capítulo, mientras Oseas compara las acciones de Israel que abandona su hogar matrimonial para vivir como una prostituta.  La segunda sección contiene la denuncia de los israelitas,  pero seguido por las promesas y las misericordias de Dios. 

Este libro es un registro profético del infinito amor de Dios por sus hijos.  Desde el principio de los tiempos,  la humanidad ha estado recibiendo el amor, la gracia y la misericordia de Dios,  pero todavía no hemos sido capaces de refrenar nuestras malas tendencias.  El mensaje del profeta es el amor de Dios,  que perdona una y otra vez a su pueblo infiel; igualmente es el profeta de la esperanza,  la esperanza de que toda traición humana al amor del Creador,  puede tornarse si hay verdadero deseo de conversión,  en la semilla de una nueva oportunidad de ser fiel al Señor.

El libro de Oseas tuvo profundas resonancias en el Antiguo Testamento y encontramos su eco en los profetas siguientes, cuando exhortan a una religión del corazón, inspirada en el amor de Dios.  Jeremías recibió de él una profunda influencia.  No tiene por qué extrañarnos que el Nuevo Testamento cite a Oseas o se inspire en él con cierta frecuencia.  La imagen matrimonial de las relaciones entre Yahvé y su pueblo la han repetido Jeremías, Ezequiel y la segunda parte de Isaías.  El Nuevo Testamento y la comunidad nacida de él la han aplicado a las relaciones entre Jesús y su Iglesia.  Los místicos cristianos la han extendido a todas las almas fieles. 

Se recomienda la lectura de :  Oseas 2, 18-26  Alianza nueva y universal en el amor.       6, 1-6  Salmo Penitencial,   y 11, 1-11 Yahvé va a vengar su amor despreciado – Pero el amor triunfará.

 

 

EL LIBRO DEL PROFETA DANIEL (III)

EL LIBRO DEL PROFETA DANIEL (III)

Nada se dice de la suerte de Daniel a la muerte de Nabucodonosor (561 a, c.) simplemente se menciona que perdió su alto cargo en la corte y que vivió una vida de retiro.  El incidente que nuevamente lo colocó como noticia pública, ocurrió en el palacio de Baltasar, en las vísperas de la conquista de Babilonia por parte de Ciro (538 a, c.).  Mientras Baltasar  y su corte tenían banquetes e impíamente bebían vino en los preciosos vasos que habían tomado del Templo de Jerusalén, aparecieron los dedos de un hombre escribiendo en los muros: “Mane, Thecel, Fares”. 

Eran palabras misteriosas que ninguno de los sabios del rey pudo interpretar.  Las mismas fueron explicadas por Daniel y como recompensa se le hizo uno de los tres ministros en jefe del reino.  El profeta tenía, para ese entonces, al menos unos ochenta años de edad, y permaneció en esa posición bajo el dominio de Darío, un príncipe que posiblemente se le identifica con Darius Hystaspes (485 a, c.).   Darío pensó en colocarlo al frente de todo su reino (Cap 6, 4) sin embargo, al saber de esto, los compañeros funcionarios de Daniel, teniendo miedo de su aumento de poder, buscaron su ruina.  Para ello convencieron a Darío de acusaciones de deslealtad a la corona por parte de Daniel.

Esos oficiales se aseguraron que el rey emitiera un decreto mediante le cual se prohibía, bajo pena de ser lanzado a la jaula de leones, a que durante treinta días, ningún hombre hiciera petición alguna frente a otro humano o dios, con excepción del monarca.  Tal y como sus enemigos habían anticipado, Daniel oró tres veces al día, desde su ventana abierta hacia Jerusalén.  Ellos entonces, lo reportaron al rey y lo forzaron a aplicar las amenazas contenidas en el decreto contra quien lo hubiera violado.  Ante la evidencia de que Daniel había salido ileso de la jaula de los leones, como  un milagro, Darío publicó un decreto en el cual daba a conocer que veneraría al Dios de Daniel y que lo proclamaba como el “Dios viviente y eterno”.  Daniel continuó una vida próspera durante el resto del reinado de Darío y de su sucesor Ciro de Persia (Cap 6, 29).  Eso en resumen, son los hechos que se pueden extraer de la biografía del Profeta Daniel contenida en la narrativa de su libro (Cap 1 al 6). 

Escasamente se tienen otros datos que puedan contribuir a enriquecer el conocimiento que se posee de su biografía, en la segunda parte del Libro de Daniel, una parte más apocalíptica (Cap 7 al 12).  Las visiones que allí se presentan, hacen que Daniel sea favorecido con la comunicación divina respecto al castigo que recibirán los poderes de los gentiles y el establecimiento del Reino Mesiánico.  Estas misteriosas revelaciones se refieren a los reinos de Darío, Baltasar y Ciro, y en ellas se indica cómo el Ángel Gabriel señala los “tiempos del fin”. 

Quizá fue Daniel quien mostró al rey Ciro las profecías de Isaías, las cuales influyeron sobre el monarca persa para que promulgara el decreto que terminaba con el destierro de los judíos y les diera nuevamente una patria y un templo.

 

 

 

EL LIBRO DEL PROFETA DANIEL (II)

Daniel estuvo en Babilonia durante esos días agitados en que sin duda tuvo que ver a los ejércitos babilonios que se ponían en marcha para llevar a cabo sus campañas contra Judea y fue testigo de su regreso victorioso y de la llegada de los cautivos judíos. Entre los cautivos estuvo el joven rey Joaquín con su familia (2 Reyes 24: 10-16), y más tarde el rey Sedequías, a quien habían sacado los ojos (2 Reyes 25: 7). 

En esa época Daniel debe haber estado enterado de la agitación política que había entre los judíos deportados, la que hizo que el rey mandara quemar vivos a algunos de los principales instigadores. Fue esta agitación la que impulsó a Jeremías a enviar una carta a sus compatriotas exiliados en la que los instaba a llevar una vida sosegada y tranquila en Babilonia (Jeremías 29).

Durante esos años Daniel y sus tres amigos cumplieron lealmente y sin alardes sus deberes como funcionarios del rey y súbditos del reino. Después de su esmerada instrucción, llegaron a ser miembros de un grupo selecto llamado los sabios, los que servían al rey como consejeros. Fue entonces cuando Daniel tuvo excepcional oportunidad de explicar a Nabucodonosor el sueño de los imperios futuros (Daniel 2).

Como resultado Daniel fue nombrado para un cargo sumamente importante, que al parecer retuvo durante muchos años. Ese cargo le dio la oportunidad de hacer que el rey conociera el poder del Dios del cielo y de la tierra, a quien servían Daniel y sus amigos.

 No se sabe cuánto tiempo permaneció Daniel en ese importante cargo. Al parecer lo perdió antes del año 570 a. C. ya que su nombre no se encuentra en el "Almanaque de la Corte y el Estado", escrito en cuneiforme, que contiene la lista de los principales funcionarios del gobierno de Nabucodonosor en ese tiempo. No existen otros "Almanaques de la Corte y el Estado" que sean del tiempo del reinado de Nabucodonosor. En verdad, no se menciona a Daniel en ningún documento extrabíblico de la época.

La ausencia del nombre de Daniel en este documento no es extraña, ya que no sabemos cuánto tiempo permaneció Daniel desempeñando un cargo público. Sólo se registran en el libro de Daniel cuatro acontecimientos principales del reinado de Nabucodonosor, y en tres de ellos figura Daniel:

(1) La educación de los príncipes judíos durante los tres primeros años de su reinado, lo que incluye el año ascensional (cap. 1).

 (2) La interpretación del sueño de Nabucodonosor en el segundo año del reinado del monarca (cap. 2).

 (3) La dedicación de la imagen en la llanura de Dura y la liberación extraordinaria de los amigos de Daniel, en un año no especificado (cap. 3).

 (4) La interpretación del sueño de Nabucodonosor hecha por Daniel, quien anunció que el rey perdería la razón durante siete años, lo que probablemente ocurrió durante los últimos años del monarca (cap. 4). 

Sin embargo,  no se sabe nada de las actividades de Daniel durante los años cuando Nabucodonosor estuvo incapacitado.

EL LIBRO DEL PROFETA EZEQUIEL PARTE II

EL LIBRO DEL PROFETA EZEQUIEL PARTE II

El profeta Ezequiel es ante todo un visionario. A pesar de que su libro sólo contiene cuatro visiones propiamente dichas,  ocupan un espacio bastante considerable :  1-3;  8-11; 37; 40-48.

Estas visiones descubren un mundo fantástico:  los cuatro animales del carro de Yahvé, la zarabanda cultual del Templo con el rebullicio de ganado y de ídolos,  la llanura de los huesos que se reaniman,  un Templo futuro dibujado como en el plano de un arquitecto, y donde brota un  río de ensueño en una geografía utópica.  Este poder de imaginación se extiende a los cuadro alegóricos que pinta el profeta : las dos hermanas Oholá y Oholibá,  23,  el Naufragio de Tiro, 27, el Faraón-cocodrilo, 29 y 32, el Arbol Gigante, 31, la Bajada a los Infiernos, 32.

El arte de Ezequiel se hace valer por sus dimensiones y su relieve, que crean como un atmósfera de horror sagrado ante el misterio de lo divino.

Se puede deducir que, a pesar de estar unido a sus predecesores por muchos rasgos, Ezequiel abre un camino nuevo,  y que también se aplica a su doctrina.  Ezequiel rompe con el pasado de su nación.  Si Dios salva al pueblo no lo hace por las promesas hechas,  sino por la defensa de la honra de su nombre. El mesianismo de este profeta,  que no es muy explícito,  ya no es regio y glorioso:  es cierto que anuncia a un futuro David, pero éste no será más que el “pastor” de su pueblo,  34, 23; 37, 24,  un “príncipe”, 24, 24, y no un rey, pues para reyes no hay lugar en la visión teocrática del futuro, 45, 7s.

Ezequiel rompe también con la tradición de la solidaridad en el castigo y afirma el principio de la retribución individual, 18;  ver 33. Solución teológica provisional que, desmentida muy a menudo por los hechos, llevará poco a poco a la idea de una retribución de ultratumba. 

Aunque Ezequiel era un sacerdote muy vinculado al Templo, rompe, como ya había hecho Jeremías, con la idea de que Dios esté ligado a su santuario.  En Ezequiel se concilian el espíritu profético y el espíritu sacerdotal que tantas veces habían sido opuestos. 

Toda la doctrina de Ezequiel se centra en la renovación interior:  hay que hacerse un corazón nuevo y un espíritu nuevo, 18, 31, o mejor,  Dios mismo dará “otro” corazón, un corazón “nuevo” 11, 19; 36, 26.  Como en el caso de la benevolencia divina que previene el arrepentimiento, nos hallamos también aquí en el umbral de la teología de la gracia que desarrollarán San Juan y San Pablo.

EL LIBRO DEL PROFETA EZEQUIEL (I PARTE)

EL LIBRO DEL PROFETA EZEQUIEL (I PARTE)

Ezequiel, que en hebreo significa Dios es fuerte,    fue un sacerdote y profeta hebreo exiliado a Babilonia que ejerció su ministerio desde el 593 - 571 A.C. durante el cautiverio de Israel en Babilonia y lo que lo distingue  de otros profetas, es que tuvo importantes revelaciones en forma de visiones simbólicas de parte de Yahvé.

Ezequiel, vivió en el mismo tiempo del profeta Jeremías, Daniel y Esdras, estaba casado (Ez:24:18), era hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías (Joaquim) de Judá (597 a. C.) e internado en tierra caldea, en el actual Tel-Abib a orillas del río Cobar o Queb-ar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cf. 1, 1), Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 571 a. C.

A diferencia del libro de Jeremías, el de Ezequiel se presenta como un todo bien ordenado.  Después de una introducción, 1-3, donde el profeta recibe de Yahvé su misión, el cuerpo del libro se divide claramente en cuatro partes :

La primera comprende los capítulos 4 al 24, que contienen casi exclusivamente reproches y amenazas contra los israelitas antes del asedo de Jerusalén.

La segunda va de los capítulos 25 al 32,  que son oráculos contra las naciones, donde el profeta hace extensiva la maldición divina a los cómplices y a los provocadores de la nación infiel.

La tercera,  capítulos del 33 al 39, durante y después del asedio, el profeta consuela a su pueblo prometiéndole un porvenir mejor.

Por último la cuarta parte, que va de los capítulos 40 al 48, prevé el estatuto político y religioso de la comunidad futura, restablecida en Palestina.

Según el libro en su estado actual, el profeta ejerció toda su actividad con los desterrados de Babilonia entre los años 593 y 571, fechas extremas que da el texto, 1, 2 y 29, 17.

EL LIBRO DE BARUC

EL LIBRO DE BARUC

Recordamos al discípulo de Jeremías,  y al autor tradicional del libro deutero-canónico, que lleva su nombre.  Era hijo de Nerías (Jer. 32, 12 y 16; 36, 4 y 8; Bar 1,1),  muy probablemente hermano de Saraías, camarero jefe del rey Sedecías (Jer 32, 12).  Después de que el templo de Jerusalén ha sido saqueado por Nabucodonosor en el año 599 a.C.,  escribió bajo el dictado de Jeremías el oráculo de ese gran profeta, anunciado el regreso de los babilonios, leyéndolo a riesgo de su propia vida ante la vista del pueblo judío. 

Baruc escribió también la segunda edición ampliada de las profecías de Jeremías, después de que la primera había sido quemada por el enfurecido rey Joaquín (Jer 36).  A lo largo de su vida se mantuvo fiel a las enseñanzas y los ideales del gran profeta, aunque a veces parecería haber dado a paso a sentimientos de desesperanza y tal vez incluso de la ambición personal (Jer 45). 

Después de la caída de la ciudad santa y la ruina del templo en el año 588 a. C., Baruc probablemente vivió durante algún tiempo con Jeremías en Mizpa.  Sus enemigos lo acusaron de haber llevado al profeta para que informara a los Judíos que permanecieran en Judá,  en vez de irse a Egipto (Jer 43), donde, según la tradición hebrea conservada por Sn. Jerónimo,  ambos murieron antes de que Nabucodonosor invadiera ese país.  Esta tradición,  sin embargo,  está en conflicto con los datos que se encuentran en el primer capítulo de la profecía de Baruc, en donde se nos dice que Baruc escribió su libro en Babilonia y que fue leído públicamente en el quinto año después de la quema de la Ciudad Santa, siendo  aparentemente enviado a Jerusalén por los judíos cautivos con los vasos sagrados  y donativos  destinados al servicio de los sacrificios en el Templo de Yahvé. 

En la Biblia Católica “La profecía de Baruc” se compone de seis capítulos, el último de los cuales lleva el título especial de una “Carta de Jeremías,  y no pertenece a la obra propiamente dicha.  

Esta profecía comienza con una introducción histórica (ver 1,  1-14), señalando en primer lugar (1-2) que el libro fue escrito por Baruc en Babilonia.  La primera sección en el cuerpo del libro (1, 15; 2, 5-13), junto con una oración que pide el perdón de Dios para su pueblo (2, 14; 3, 8). Mientras que la sección anterior tiene mucho en común con el Libro de Daniel (Dan 9, 4-19), la segunda sección (Bar 3, 9; 4, 4) tiene semejanza con el pasaje del libro de Job (28, 38).  Es un hermoso panegírico de la Sabiduría Divina, que no se encuentra en ningún lugar,  salvo en la Ley dada a Israel. La última sección del libro de Baruc se extiende desde el cap. 4, 5 al 5, 9.  Está hecho de cuatro odas, cada una comienza con la expresión “Ánimo” (4,5, 21, 27, 30). 

El capítulo 6 incluye como apéndice al libro “La Carta de Jeremías”, enviada por el profeta a los que iban a ser llevados cautivos a Babilonia,  a causa de sus pecados y permanecerían allí “durante mucho tiempo,  hasta siete generaciones” (6, 2).  En esa ciudad pagana serían testigos del magnífico culto que se le hacía a “dioses de oro y plata,   de piedra y de madera”,  pero que no debían aceptar ni imitar, porque todos esos dioses, de diversas formas,  son impotentes por ser obras perecederas hechas por las manos del hombre,  que no pueden hacer daño, ni tampoco bien,  por lo que no son dioses en absoluto y no deben infundir temor.

 

EL LIBRO DE JEREMÍAS (II)

EL LIBRO DE JEREMÍAS  (II)

EL LIBRO DE JEREMÍAS  (II)

El estilo de Jeremías es en realidad el de la prosa judía del siglo VII y comienzos del VI a. C.,  su teología es la de la corriente religiosa a la que pertenecen tanto Jeremías como el Deuteronomio. Son el eco auténtico de la predicación de Jeremías, recogida por sus oyentes.  Toda esta tradición jeremiana no se ha transmitido en una forma única.  La versión griega ofrece una recensión (reseña literaria) notablemente más corta (un octavo) que el texto masorético y a menudo diferente en detalles; los descubrimientos de Qumrán prueban que las dos resenciones existían en hebreo. 

Se cree que quizá  los oráculos contra las naciones formaron primeramente una colección particular y no todas proceden de Jeremías,  al menos los oráculos contra Moab y Edom han sido fuertemente rehechos y el largo oráculo contra Babilonia, 50-51,  data del Destierro.   Finalmente,  las indicaciones cronológicas,  que son numerosas, no se suceden con orden.

No obstante,  el capítulo 36 nos da valiosas indicaciones :  en el 605, Jeremías dicta a Baruc los oráculos que había pronunciado desde el comienzo del ministerio,  es decir desde el 626.  Este rollo, quemado por Joaquín, volvió a ser escrito y fue además completado, ver cap 36,  32.

 En el libro de pueden distinguir las siguientes partes :

1.  Contiene amenazas contra Judá y Jerusalén,  Cap 1 al 25, 13.

2. Profecías contra las naciones, Cap 25,  13-38 y 46 al 51.

3. Trozos reunidos en orden arbitrario,  cap. 26-35,  que ofrecen un tono más optimista.  Grupo aparte forman los capítulos 30 al 31,  que son un opúsculo poético de consolación.

4. Por último del cap. 36-44 escrito en prosa,  prosigue la biografía de Jeremías y relata sus sufrimientos durante y después del sitio de Jerusalén,  concluyendo con el cap. 45,  1-5,  que viene a ser como la firma de Baruc.

EL LIBRO DEL PROFETA JEREMÍAS (I)

EL LIBRO DEL PROFETA JEREMÍAS (I)

 

Poco más de un siglo después del profeta Isaías, hacia el año 650 a. C., nacía Jeremías de una familia sacerdotal residente en los alrededores de Jerusalén. Conocemos su vida y carácter mejor que los de ningún otro profeta por sus relatos biográficos en tercera persona de que está sembrado su libro, y cuyo orden cronológico es el siguiente:  Cap. 19, 1 al 20, 6; 36; 45; 28-29; 51 al 59, 64; 34, 8-22; y 37, 44. 

Las “Confesiones de Jeremías”,  ver capítulos 11, 18 al 12,6; 15, 10-21; 17, 4-18; 18, 18-23; 20, 7-18,  proceden del profeta mismo.  No constituyen una autobiografía, pero si son un testimonio emocionante de las crisis interiores que atravesó y que se describen en el estilo de los salmos de súplica.  Llamado por Dios muy joven aún, en el año 626 a. C.,  el año 13 de Josías,  ver cap. 1-2,  le tocó vivir el trágico periodo en que se preparó y consumó la ruina del reino de Judá.  La reforma religiosa y la restauración nacional de Josías despertaron esperanzas que fueron destruidas por la muerte del rey en Meguidó en el año 609 a. C. y por el cambio del mundo oriental,  la caída de Nínive en el 612 y la expansión del imperio caldeo.

Desde el año 605 a.C., Nabucodonosor impuso su dominio en Palestina, Judá se reveló por instigación de Egipto, que intrigaría hasta el fin y, en el 597, Nabucodonosor conquistó Jerusalén y deportó a una parte de sus habitantes.  Una nueva rebelión hizo volver a los ejércitos caldeos;  y en el 587 fue tomada Jerusalén incendiando el templo y tuvo lugar la segunda deportación.

Jeremías vivió esta dramática historia predicando y amenazando en vano a los reyes incapaces que se sucedían en el trono de David;  fue acusado de derrotismo por los militares,  perseguido y encarcelado.

Después de la toma de Jerusalén, y aun cuando veía en los desterrados la esperanza del porvenir, Jeremías prefirió permanecer en Palestina junto a Godolías, el gobernador nombrado por los caldeos.  Pero éste fue asesinado, y un grupo de judíos, temeroso de las represalias, huyeron a Egipto llevándose consigo al profeta.  Probablemente murió allí.