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Palabra Creadora

INTRODUCCION AL EVANGELIO SN MARCOS (II)

¿Cuándo se escribió el evangelio de Marcos?

A diferencia de lo que sucede con otro tipo de escritos,  los evangelios no indican en su texto el año en que fueron compuestos.  Determinar el año de redacción de cada uno de los evangelios constituye una tarea que queda abierta a la investigación de especialistas,  en la que pocas veces se ponen de acuerdo.

Existen dos grandes teorías sobre la fecha de composición del evangelio de Marcos.  La primera de ellas, que sigue siendo mayoritaria,  apoyada en testimonios antiguos,  postula como fecha de composición,  los años comprendidos entre el 64 y el 75 después de Cristo.  En cambio,  según la segunda,  todavía minoritaria,  este evangelio debe datarse alrededor del año 40. (En la próxima semana explicaremos la llamada Teoría B).

Como marco de referencia se tienen en cuenta los acontecimientos referidos en el siguiente esquema:

A-Teoría 1.  Redacción evangelio de Marcos entre los años 64 al 75 d.C.

Ireneo, alrededor del año 180, escribió : “Pedro y Pablo proclamaron el evangelio en Roma.  Después de su muerte, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, nos transmitió por escrito la predicación de ese apóstol.”

Con casi plena seguridad Pedro murió en Roma durante la persecución de los cristianos llevada a cabo por Nerón en los años 64-65.  Por lo tanto,  según Ireneo, el evangelio de Marcos no pudo ser escrito antes de esta fecha.

¿Cuánto tiempo después de la muerte de Pedro fue escrito este evangelio?  En este punto las opiniones se dividen.  Para uno habría que datar el evangelio poco antes del inicio de la guerra de los judíos contra Roma en el año 66.  Otros, en cambio,  consideran que el evangelio fue escrito cuando la guerra de los judíos había ya comenzado, pero todavía no se había destruido el Templo (por lo tanto entre el 66 y el 70).  La mayoría entiende que el evangelio de Marcos no presupone la destrucción del Templo, por lo que el año 70 sería la fecha límite a la hora de datar el evangelio.  Sin embargo, no dejan de existir autores que también entienden que Marcos es posterior a dicha destrucción,  con lo que su redacción se retrasaría a los primeros años de la década de los setenta (entre el 70-75).  En cualquier caso, y según esta teoría, el evangelio de Marcos habría sido escrito entre el año 64 y el 75.

Esta es la postura mayoritaria de los autores.  Puesto que el evangelio de Marcos habría sido escrito entre el 65 y el 75 y Lucas y Mateo lo utilizaron al componer sus respectivos evangelios,  la fecha de redacción de estos últimos se situaría entre los años 75 y el 85 o 90.

 

INTRODUCCION EVANGELIO SN. MARCOS (I)

INTRODUCCION EVANGELIO SN. MARCOS   (I)

¿Quién escribió el Evangelio de San Marcos?

Esta pregunta puede sorprenderles,  es algo así como:  ¿De qué color era el caballo blanco de Bolivar?  Debería ser obvio que el Evangelio de Marcos… lo escribió Marcos!  Sin embargo esta pregunta no está de más,  ya que en ninguna parte del evangelio se identifica su autor, y sólo a partir del siglo II este evangelio fue conocido como el evangelio “según Marcos”.

El testimonio más antiguo sobre la autoría de este evangelio procede de Papías y se remonta al año 140 aproximadamente.  Papías era Obispo de Hierápolis y se refiere a este Evangelio en su obra “Exégesis de los oráculos de Jesús”, en unos fragmentos que se recogen en la “Historia Eclesiástica” de Eusebio de Cesarea (siglo IV). El fragmento de la obra de Papías que nos interesa dice lo siguiente:

“Y el Presbítero dijo también esto: Marcos, como intérprete de Pedro, escribió con exactitud, aunque sin orden, todo lo que recordaba de los dichos y hechos de Jesús. El personalmente no había oído al Señor ni había sido discípulo suyo, sino que posteriormente había sido compañero de Pedro, como ya dije.  El apóstol había adaptado su enseñanza a las necesidades (de los oyentes),  pero sin intención  de componer  un relato ordenado de las palabras del Señor.  Así, pues,   Marcos no se equivocó al poner por escrito las cosas tal como él las recordaba,  porque su única preocupación fue no omitir ni falsear nada de lo que había oído.”

Todos los testimonios posteriores a Papías (comenzando por Ireneo, en el año 180) identifican a Marcos como autor de este evangelio.

Que el autor de este evangelio sea realmente Marcos parece fuera de toda duda.  Desde el primero momento la tradición cristiana tendió a atribuir los evangelios a los apóstoles o a discípulos directos de Jesús, por lo que si a pesar de esa tendencia toda la tradición considera de forma unánime como autor del evangelio de Marcos ello sólo puede explicarse si éste fue el auténtico autor del texto.  Si la autoría de este evangelio no se atribuyó a un apóstol  de talla reconocida fue porque para todos era indiscutible que el autor de este evangelio era un tal Marcos.

INTRODUCCIÓN A LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

INSPIRACION DEL ESPÍRITU SANTO

Si el Espíritu Santo no dio a sus intérpretes una perfecta unidad en el detalle, es que no concedía a la precisión material importancia para la fe. Más aún, es que buscaba esta diversidad de testimonio.  “Más vale acuerdo tácito que manifiesto”, dijo Heráclito. 

Desde un punto de vista puramente histórico, un hecho que nos atestiguan diversas y aun discordantes tradiciones posee, en su sustancia, una riqueza y una solidez que no sería capaz de conferirle un testimonio perfectamente coherente,  pero de una sola tonalidad.  Así,  algunos “dichos” de Jesús están atestiguados doblemente,  según la triple tradición en Mc 8, 34-35= Mt 16, 24-25 = Lc 9, 23-24, y según la doble tradición en Mt 10, 37-39 = Lc 14, 25-27.  Hay aquí una variante entre formulación negativa y positiva,  pero el sentido es el mismo. Podríamos continuar citando una treintena de casos similares,  lo cual les da un sólido fundamente histórico.  Este mismo principio vale para los hechos de Jesús;  por ejemplo el relato de la multiplicación de los panes que se nos ha transmitido según dos tradiciones diferentes, ver Mc 6, 35-44 y Mc 8, 1-9.

Tampoco podemos poner en duda que Jesús haya curado enfermos, con el pretexto de que los detalles de cada relato de curación varíen según sea el narrador. Los relatos del proceso y de la muerte de Jesús, lo mismo que los de las apariciones del Resucitado, son casos más delicados,  pero en ellos se aplican los mismos principios para apreciar su valor histórico.

Se considera pues,  una ventaja el que la diversidad de los testimonios no se deba solamente a las condiciones de su transmisión, sino que sea el resultado de correcciones intencionadas. No cabe duda de que en muchos casos los redactores evangélicos han querido presentar las cosas de forma diferente. Al analizar las tendencias propias de cada evangelista,  estamos haciendo “critica a la redacción”,  lo que nos hace presuponer que los evangelistas eran verdaderos autores y teólogos en sentido pleno.  Y,  antes que ellos, la tradición oral, de la que son herederos, tampoco transmitió los recuerdos evangélicos sin interpretarlos y adaptarlos a las necesidades de la fe viva de que eran portadores. Estas tres etapas de la tradición son las que nos dan los evangelios, siempre que los leamos teniendo en cuenta estos tres asientos sucesivos.  Los tres niveles son inspirados, los tres proceden de la Iglesia antigua, cuyos responsables representaban el primer magisterio.

El Espíritu Santo, que iba a inspirar a los autores evangélicos, presidía ya todo este trabajo de elaboración previa y lo conducía hacia la consumación de la fe, garantizando sus resultados con esa verdadera inerrancia que no reside tanto en la materialidad de los hechos como en el mensaje de salvación que contienen.

 

N. T. INTRODUCCION A LOS EVANGELIOS SINOPTICOS

VALOR HISTÓRICO DE LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS.

El origen apostólico, directo o indirecto, y la génesis literaria de los tres Sinópticos justifican su valor histórico, permitiéndonos además apreciar como éste debe ser entendido.  Derivados de la predicación oral que se remonta a los comienzos de la comunidad primitiva, estos textos tienen en su base la garantía de testigos oculares,  Lucas 1,  1-2.  Indudablemente ni los apóstoles ni los otros predicadores y narradores evangélicos trataban de hacer “historia”, en el sentido técnico y moderno de la palabra.  Su propósito era más teológico y misionero: hablaban para convertir y edificar,  para inculcar y esclarecer la fe,  para defenderla contra los adversarios,  2 Timoteo 3, 16.  Pero lo hicieron apoyándose en testimonios verídicos,  garantizados por el Espíritu,  Lucas 24, 48-49;  Hechos 1, 8; Juan 15, 26-27, exigidos tanto por la probidad de su conciencia como por el cuidado de no dar pie a refutaciones hostiles.

Los redactores evangélicos que después de ellos consignaron y reunieron sus testimonios lo hicieron con el mismo afán de honesta objetividad que respeta las fuentes, como bien lo demuestran la simplicidad y el arcaísmo de sus composiciones,  en las que tan poco lugar se concede a elaboraciones teológicas posteriores.  En comparación con algunos evangelios apócrifos, que tanto abundarán en creaciones legendarias e inverosímiles, son más bien parcos.  Si los tres Sinópticos no son biografías modernas,  nos ofrecen no obstante muchas informaciones históricas sobre Jesús y los que le siguieron. Pueden compararse con las vidas helenísticas populares,  por ejemplo las de Plutarco, que no ocultan su simpatía para con su personaje,  pero sin ofrecer un desarrollo psicológico suficiente como para satisfacer los gustos modernos. 

Los evangelios se distinguen de los modelos paganos por su seriedad ética y su finalidad religiosa, de los modelos  veterotestamentarios por su convicción de la superioridad mesiánica de Jesús (por no entrar en más detalles).

Sin embargo,  esto no quiere decir que cada uno de los hechos o de los dichos que refieren puedan tomarse como reproducción rigurosamente exacta de los sucedido en la realidad.  Las leyes inevitables de todo testimonio humano y de su transmisión disuaden de esperar tal exactitud material,  y los hechos contribuyen a recomendar esta cautela, por cuanto vemos que el mismo relato o la misma sentencia de Cristo son transmitidos de manera diversa por los diferentes evangelios.

 

N. T. : EVANGELIOS SINÓPTICOS

N. T. :  EVANGELIOS SINÓPTICOS

ORDEN EN QUE SE ESCRIBIERON LOS EVANGELIOS.

Para Papías obispo de Hierápolis, Mateo habría escrito después de Marcos;  según Clemente de Alejandría , Marcos habría escrito después de Mateo y Lucas,  cuyos evangelios contienen una genealogía de Cristo,  ver Mt 1, 1-17 y Lc 3, 23-38.

La tradición posterior, desde Ireneo,  retendrá el orden Mateo, Marcos, Lucas;  pero ¿no sería porque Mateo se había convertido en el evangelio fundamental?  Los datos  tradicionales son pues, contradictorios en lo que se refiere al orden de producción de los tres evangelios Sinópticos.  Sobre Lucas,  Eusebio de Cesarea no nos ha conservado testimonio de Papías, si es que hubo alguno.  Desde Ireneo y los antiguos Prólogos evangélicos,  la tradición atribuirá su redacción a Lucas, el médico discípulo de Pablo (Col 4, 14; Flm 24; Tm 4, 11).

El problema de la fecha de composición de los evangelios sinópticos se plantea para el período que se extiende entre la composición de los primeros evangelios por Mateo, Marcos y Lucas,  y la forma en que los conocemos ahora que,  en lo esencial,  podría remontarse a los comienzos del siglo II. Entonces,  cómo explicar a la vez las semejanzas y las divergencias que existen entre estos tres evangelios sinópticos en la forma en que hoy los conocemos?

La teoría que goza de mayor favor es la de las Dos Fuentes. Elaborada a mediados del siglo pasado,  hoy es aceptada con mayor o menor convicción por la inmensa mayoría de los exegetas,  tanto católicos como protestantes. 

 ¿Cuáles son esas dos fuentes?

Una de ellas sería la de Marcos,  de quien dependerían Mateo y Lucas en todos los relatos que tienen en común con él (triple tradición).  Mateo y Lucas contienen también bastantes secciones,  especialmente de los “dichos” de Cristo,  por ejemplo el Sermón inaugural de Jesús,  que es desconocido por Marcos (doble tradición).

Ahora bien,  como según la teoría de las Dos Fuentes,  estos dos evangelios son independientes entre sí,  habría que admitir que ambos se sirvieron de otra fuente a la que se llama Q (inicial de la palabra alemana Quelle que significa fuente).

En cuanto a las secciones propias,  tanto de Mateo como de Lucas, provendrían de fuentes secundarias que conocerían cada uno de ellos.

 

 

INTRODUCCIÓN AL NUEVO TESTAMENTO

INTRODUCCIÓN AL NUEVO TESTAMENTO

LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS.

¿CÓMO SE FORMARON?

Primero fue la predicación oral de los apóstoles, cuyo centro era la muerte redentora y resurrección del Señor,  pero muy pronto también,  con el fin de ayudar a los predicadores  y a los catequistas cristianos, se reunieron por temas comunes los principales “dichos” de Jesús. 

Vestigios de lo anterior los tenemos todavía en nuestros evangelios actuales: estos “dichos” están a menudo unidos unos con otros por palabras-clave a fin de facilitar la memorización.  En la Iglesia primitiva había también narradores especializados, como los “evangelistas”,  ver Hechos 21, 8;  Efesios 4, 11; 2 Timoteo 4, 5,  que contaban los recuerdos evangélicos bajo una forma que tendía a fijarse por la repetición.

Sabemos también,  gracias a dos testimonios independientes,  que el segundo evangelio fue predicado por Pedro antes de ser puesto por escrito por Marcos.  Y Pedro no fue el único testigo ocular entre los que anunciaban a Cristo;  sin duda,  tampoco los otros tenían necesidad de documentos escritos para ayudar a su memoria.  Pero es claro que un mismo suceso tenía que ser narrado por ellos según formas literarias diferentes

Con referencia estas formas de narrar,  tenemos como caso típico la narración de la institución de la Eucaristía.  Antes de escribirlo a los fieles de Corinto,  sin duda Pablo lo refirió oralmente según una tradición particular,  ver 1 Co 11, 23-26,  conocida también de Lucas, ver cap 22, 10-20.  Pero el mismo relato se nos ha transmitido,  con variantes importantes,  según una tradición conocida de Mateo,  ver Cap 26, 26-29 y de Marcos cap. 24,  22-25.

Es,  pues,  en la tradición oral donde hay que buscar la causa primera de las semejanzas y las divergencias entre los Evangelios Sinópticos.  Sin embargo,  esta tradición oral no es capaz por sí sola de dar cuenta de las semejanzas tan numerosas como sorprendentes,  tanto en el detalle de los textos como en el orden de las perícopas,  que sobrepasan las posibilidades de la memoria,  incluso la antigua y oriental.  Por lo tanto,  para  explicar el origen de nuestros evangelios es necesario recurrir a una documentación escrita.

 

 

 

 

LIBRO II DE MACABEOS

LIBRO II DE MACABEOS

El Segundo libro de los Macabeos no es continuación del primero.  Es,  en parte, paralelo a él, y toma los acontecimientos de un poco más atrás, desde el fin del reinado de Seleuco IV, predecesor de Antíoco Epífanes,  pero sólo los sigue hasta la derrota de Nicanor, antes de la muerte de Judas Macabeo.  Todo ello comprende sólo una quincena de años y corresponde únicamente a los capítulos del  1 al 7 del Primer Libro.

El género es muy distinto.  El libro, escrito originariamente en griego,  se presenta como el compendio de la obra de un tal Jasón de Cirene,  cap 2, 19-32, y lo encabezan dos cartas de los judíos de Jerusalén, del capítulo 1, 1 al 2, 18.

El estilo, que es el de los escritores helenistas,  pero no de los mejores, resulta a veces ampuloso.  Es más el de un predicador que el de un historiador, aunque ciertamente el conocimiento de las instituciones griegas y de los personajes de la época de que hace gala nuestro autor es muy superior al que demuestra el autor del Libro I de Macabeos.

El objetivo,  realmente,  es agradar y edificar,   ver cap 2, 25;  15, 39,  narrandola guerra de liberación dirigida por Judas Macabeo,  sostenida por apariciones celestes y ganada gracias a la intervención divina,  cap 2, 19-22.  La persecución misma era efecto de la misericordia de Dios,  que corregía a su pueblo antes de que la medida del pecado quedara colmada,  cap 6, 12-17. 

El autor escribe para los judíos de Alejandría y su intención es despertar el sentimiento de que formaban una comunidad con sus hermanos de Palestina.  En especial,  quiere interesarles por la suerte del Templo, centro de la vida religiosa según la Ley,  blanco del odio de los gentiles.  Esta preocupación imprime su sello al plan del libro:  tras el episodio de Heliodoro,  cap 3, 1-40,  que subraya la santidad inviolable del santuario,  la primera parte, del capítulo  4, 1 al 10, 8,  concluye con la muerte del perseguidor,  Antíoco Epífanes, que ha profanado el Templo, y con la institución de la fiesta de la Dedicación;  la segunda parte que va del cap 10, 9 al 15,36,  concluye asimismo con la muerte de un perseguidor, Nicanor, que había amenazado al Templo  y con la institución de una fiesta conmemorativa.

 

 

 

 

 

LIBRO I DE LOS MACABEOS

LIBRO I DE LOS MACABEOS

El cuerpo del libro se divide en tres partes, consagradas a las actividades de los tres hijos de Matatías, que sucesivamente  se ponen a la cabeza   de la  resistencia.

 El primero de ellos,  Judas Macabeo (166-160 a. C.),  cap 3, 1 al 9, 22,  obtiene una serie de victorias sobre los generales de Antíoco, purifica el Templo y logra para los judíos la libertad de vivir conforme a sus costumbres.  Bajo  Demetrio I,  las intrigas del sacerdote Alcimo le crean dificultades, y Nicanor,  que quería destruir el Templo,  es derrotado y muerto.  Judas busca la alianza de los romanos para asegurar sus posiciones.  Muere en el campo de batalla.  Le sucede su hermano Jonatán (160-142),  cap 9, 23 al 12, 53.  Las maniobras políticas alcanzan entonces mayor importancia que las operaciones militares.  Jonatán se aprovecha con habilidad las rivalidades de los que pretenden el trono de Siria:  es nombrado como sacerdote por Alejandro Balas, reconocido por Demetrio II y confirmado Antíoco VI. 

Jonatán trata de concertar alianza con los romanos y los espartanos.  Va dilatándose el territorio sometido a su control y parece asegurada la paz interior, cuando Jonatán cae en manos de Trifón, que le hace morir, así como al joven Antíoco VI.  El hermano de Jonatan, Simón (142-134),  ver cap 13, 1 al 16, 24,  apoya a Demetrio II, que recupera el poder.

 Demetrio y luego Antíoco VII, le reconocen como sumo sacerdote, estratega y tetrarca de los judíos.  Con esto, está ya conseguida la autonomía política.  Estos títulos le son confirmados por un decreto del pueblo.  Se renueva la alianza con los romanos.  Es una época de paz y prosperidad.  Pero Antíoco VII  se vuelve contra los judíos,  y Simón con dos de sus hijos, es asesinado por su yerno, que creía hacer con este un servicio al soberano.

 En este libro hay que reconocer las intenciones del autor,  porque,  por mucho que se extienda en narrar los sucesos de guerra y las intrigas políticas,  lo que quiere relatar es una historia religiosa.  Considera las desgracias de su pueblo como un castigo del pecado y atribuye a la asistencia de Dios los éxitos de sus adalides.  Es un judío celoso de su fe y ha comprendido que ésta era la que estaba en juego en la lucha entre la influencia pagana y las costumbres de sus padres.  Es,  pues,  un decidido adversario de la helenización y se siente lleno de admiración por los héroes que han combatido por la Ley y el Templo,  y que han conquistado para el pueblo la libertad religiosa y luego la independencia nacional.  Es el cronista de una lucha en que se salvó el judaísmo portador de la Revelación.

EL LIBRO DE ESTER

EL LIBRO DE ESTER

En este libro se hace una exaltación  de sus personajes principales,  Mardoqueo y Ester. La liberación que se consigue a través de la gestión de ellos,  nos recuerdan la historia de Daniel y,  sobre todo,  la de José, oprimido y luego exaltado para la salvación de su pueblo.

En la narración del Génesis a propósito de José,  Dios no manifiesta externamente su poder y, sin embargo, dirige los acontecimientos.  Del mismo modo la Providencia gobierna todas las peripecias del drama en libro hebreo de Ester, que evita nombrar a Dios.  Lo saben los actores y ponen toda su confianza en Dios, que llevará a cabo su plan de salvación, incluso aunque fallen los instrumentos humanos que ha escogido,  ver Est 4, 3-17, que da la clave del libro. 

Las adiciones griegas tienen un tono más religioso, y aunque  nos proporcionan todos los pasajes de Ester utilizados por la liturgia,   se limitan a hacer explícito lo que el autor hebreo dejaba adivinar. La versión griega existía en el año 114,  o 78 a. C.,  en que fue enviada a Egipto para autenticar la fiesta de los Purim,  Est 10, 3.  El texto hebreo es anterior, según 2 M 15, 36,  los judíos de Palestina celebraban ya en el año 160 a. C., un “día de Mardoqueo”,  que supone la conocida historia de Ester, y probablemente el mismo libro.  Este pudo haber sido compuesto en el segundo cuarto del siglo II a. C. 

La relación original de esta obra con la fiesta de los Purim no es segura: el pasaje de Est 9, 20-32 es de estilo diferente y parece ser añadidura.  Los orígenes de la fiesta son oscuros,  y es posible que el libro haya sido posteriormente relacionado con ella (2 M 15, 36 no da el nombre de “Purim” al “día de Mardoqueo”) y haya servido para justificarla históricamente.

El libro de Ester es interesante porque  narra un relato ocurrido en tiempos donde el pueblo de Israel vive en el exilio, es decir, en tiempos de persecución y dolor. Es en medio de este contexto donde Dios muestra su protección a su pueblo. El libro de Ester es inspirador para aquellos momentos en los que parecemos estar en medio de un contexto doloroso, y recordamos la fidelidad de Dios que es siempre protección para los suyos, y nos permite obtener victorias sobre cualquier situación que atente contra las cosas que Él quiere para nosotros siempre y cuando confiemos en Él.

Mensaje: Sin duda, ocupa un lugar en la Palabra de Dios por su enseñanza velada de una providencia protectora en conjunción con el pueblo de Dios y la certeza de la retribución que alcanza a sus enemigos.

Tema Principal: La liberación de los judíos por medio de la reina Ester.  

Texto Clave: (4:14) "Porque, si te empeñas en callar en esta ocasión, por otra parte vendrá el socorro de la liberación de  los judíos, mientras que tú y tu familia pereceréis. ! Quién sabe si precisamente has llegado a ser reina para una ocasiòn semejante !

EL LIBRO DE JUDIT

EL LIBRO DE JUDIT

Parecería que el autor de este libro hubiese multiplicado adrede los dislates de la historia para distraer la atención de cualquier contexto histórico concreto y llevarla por entero al drama religioso y a su desenlace.

Se trata de una narración hábilmente compuesta, que guarda estrecho parentesco con los apocalipsis.  Holofernes, servidor de Nabucodonosor,  es una síntesis de las potencias del mal;  Judit, cuyo nombre significa “la Judía”, representa la causa de Dios, identificada con la de la nación.  Esta causa parece condenada al exterminio, pero Dios cuida de su triunfo por medio de las débiles manos de una mujer, y el pueblo santo sube a Jerusalén.

El libro tiene contactos ciertos con Daniel, Ezequiel y Joel: la escena tiene lugar en la llanura de Esdrelón, cerca de la llanura de Harmaguedón, donde San Juan situará la batalla escatológica de Apocalipsis 16;  la victoria de Judit es el premio de su oración, de su observancia escrupulosa de las normas de pureza legal, y, sin embargo, la perspectiva del libro es universalista: la salvación de Jerusalén queda asegurada en Betulia, en aquella Samaría odiosa para los “ortodoxos” del Judaísmo rígido.  Ajior es quien da con el sentido religioso del conflicto, y Ajior es un amonita,  ver Judit 5, 5-21, que se convierte al Dios verdadero, Judith 14, 5-10.

Este libro fue escrito en Palestina, hacia mediados del siglo II antes de nuestra era, en una atmósfera de fervor nacional y religioso que la sublevación de los Macabeos había creado.

EL LIBRO DE TOBÍAS, Parte II

EL LIBRO DE TOBÍAS,  Parte II

El libro de Tobías es un historia de familia.  Tobit, un deportado de la tribu de Neftalí, piadoso, observante, caritativo, queda ciego en Nínive.  Su pariente Ragüel, en Ecbátana tiene una hija, Sarra, que ha visto morir sucesivamente a siete prometidos, muertos la noche de las bodas por el demonio Asmodeo.  Tobit y Sarra, cada cual por su parte, piden a Dios les libre de esta vida. Dios hará que los dos infortunios y las dos plegarias engendren una gran alegría: envía a su ángel Rafael, que guía a Tobías, hijo de Tobit, a casa de Ragüel, hace que se despose con Sarra y le proporciona el remedio que curará al ciego.  Es una narración edificante, en la que cobran notable relieve los deberes para con los muertos y el consejo de dar limosna. 

 El sentimiento familiar se expresa con emociones y encanto. Desarrolla unas ideas ya  muy adelantadas del matrimonio, que preludian el concepto cristiano.  El ángel Rafael manifiesta y encubre a un mismo tiempo la acción de Dios, cuyo instrumento él mismo es.  Así, el libro invita a reconocer esta Providencia cotidiana, esta vecindad de un Dios bueno.

 Este libro se inspira en modelos bíblicos especialmente en las narraciones patriarcales del Génesis;  literariamente se sitúa entre Job y Ester,  entre Zacarías y Daniel.  Tiene puntos de contacto con la Sabiduría de Ajicar (ver Tb 1, 22; 2, 10; 11, 18; 14, 10), obra apócrifa cuyo argumento se remonta por lo menos al siglo V a. C.  El libro de Tobías parece haberse escrito hacia el año 200 a. C., acaso en Palestina y probablemente en Arameo.

EL LIBRO DE TOBÍAS, Parte I

EL LIBRO DE TOBÍAS,  Parte I

INTRODUCCIÓN

Los tres libros de Tobías, Judit y Ester se ponen en la Vulgata a continuación de los libros históricos.  Algunos manuscritos importantes de la versión griega siguen este mismo orden,  pero otros los colocan después de los Escritos Sapienciales.  Forman un pequeño grupo que se distingue por varias características particulares, que en cuanto se refiere a este libro son:

1. No tienen un texto del todo seguro.  El libro de Tobías depende de un original semítico que se ha perdido.  San Jerónimo se había servido para la Vulgata de un texto “caldeo” (arameo) que ya no poseemos.  Pero,  en una cueva de Qumrán, se descubrieron los restos de cuatro manuscritos arameos y de un manuscrito hebreo de Tobías. Las versiones griega, siríaca y latina representan cuatro recensiones del texto.  Las dos más importantes son:  la de los dos manuscritos Vaticano (B) y Alejandrino (A),  por una parte, y la del Códice Sinaítico (S) y la de la antigua versión latina,  por otra.  Esta última recensión, apoyada ahora por los fragmentos de Qumrán, parece la más antigua y es la que sigue la traducción de la Biblia de Jerusalén, sin dejar de acudir a los demás testigos.

 2.   Entraron en el canon de las Escrituras.  La Biblia Hebrea no admitió los libros de Tobías y Judit, ni tampoco los aceptan los protestantes.  Se trata de libros deuterocanónicos que la Iglesia Católica ha reconocido tras algunas vacilaciones en la época patrística.  Hoy son leídos y utilizados y figuran en las listas oficiales del Canon.  En Occidente a partir del sínodo romano del 382 y en Oriente, a partir del concilio de Constantinopla llamado “in Trullo”, en el 692.

3.Tienen en común un determinado género literario.  Estas narraciones tratan con mucha libertad la historia y la geografìa,  como veremos más adelante.

LIBROS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS (II Parte)

LIBROS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS (II Parte)

Los escritos procedentes de Esdras y de Nehemìas han sido fraccionados para luego reunirlos combinándolos.  Utilizando las fechas concretas que se dan en ellos, el informe de Esdras puede restituirse en el orden siguiente: Esd 7, 1 al 8,36;  Ne 7,72 al 8, 18; Esd 9,2 al 10,44 y Ne 9, 1-37.

Este documento ha sido rehecho por el Cronista, quien puso algunas partes en tercera persona, y ha recibido adiciones, como la lista de los culpables de Esdras y las plegarias.  El Cronista ha introducido un documento sobre la reconstrucción de las murallas;  la lista de los primeros sionistas se repite en Esd 2.  El capítulo 10 es otro documento más de archivo que pone el sello al compromiso aceptado por la comunidad durante la segunda misión de Nehemías, 13.  Igualmente, el marco del cap 11 es una composición del Cronista, a la que se han añadido listas de la población de Jerusalén y de Judá,  además de listas de sacerdotes y levitas en el cap. 12.

Estos procedimientos literarios plantean graves problemas a los historiadores. La cuestión más discutida y más difícil atañe a la cronología de estos libros. Por lo demás,   para la inteligencia religiosa de los libros,  es de interés secundario.  De conformidad con la intención del autor, presentan un cuadro sintético, pero no engañoso, de la Restauración judía;  y para comprender ésta, importa mucho más conocer las ideas que la animaron que el orden exacto de los hechos. Los judíos beneficiándose de la política religiosa liberal que los Aqueménidas aplicaban en su imperio, vuelven a la Tierra Prometida, restablecen el culto, restauran el Templo,  levantan las murallas de Jerusalén y viven en comunidad, gobernados por hombres de su raza y regidos por la Ley de Moisés.  Ello no les exige más que una lealtad, fácil de guardar ante un poder central respetuoso con sus costumbres. 

Se trata aquí de  un acontecimiento de gran importancia ya que se trata del nacimiento del Judaísmo, preparado en las largas meditaciones del Destierro y ayudado por la intervención de hombres providenciales.

No ha de extrañarnos que, en esta reagrupación de la comunidad en torno al Templo y bajo la égida de la Ley, el Cronista haya visto una realización del ideal teocrático que él había proclamado en las Crónicas.  Sabe que hay que esperar algo más;  pero es que su dependencia de los documentos que reproduce es mayor que en las Crónicas,  pues conserva su tono particularista que las circunstancias justifican, y,  en relación con la esperanza mesiánica,  respeta su silencio, inspirado sin duda en una honrada lealtad. 

Estos libros han sido escritos en medio de los siglos IV y III,  antes de nuestra era,  que tan mal conocemos y en el que la comunidad de Jerusalén, replegada en sí misma, se reconstruye en silencio y adquiere hondura espiritual.

 

 

 

 

LIBROS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS (I Parte)

LIBROS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS (I Parte)

Bajo el reinado de Artajerjes,  Esdras,  un escriba encargado de los asuntos judíos en la corte de Persia,  llega a Jerusalén con una nueva caravana.  Viene provisto de un decreto que le concede facultades para imponer a la comunidad la ley de Moisés,  reconocida como ley real.  Se ve precisado a tomar severas medidas contra los judíos que habían contraído matrimonio con mujeres extranjeras,  ver Esd 7-10.  Luego, Nehemías, copero de Artajerjes, logra que el rey le otorgue la misión de ir a Jerusalén para levantar las murallas. 

 A pesar de la oposición de los enemigos,  se concluyen rápidamente los trabajos de reconstrucción de las murallas y se repuebla la ciudad,   ver Ne 1-7, 72a.  Entre tanto,  Nehemías ha sido nombrado gobernador.  Esdras hace una lectura solemne de la Ley,  se celebra la fiesta de las Tiendas,  el pueblo confiesa sus pecados y se compromete a observar la Ley,  Ne 7,72ª– 10,40.  Siguen algunas listas y medidas complementarias y la dedicación de la muralla, cap 11,1 -13,3.  Nehemías después de haber vuelto de Persia,  regresa para una nueva misión, durante la cual se ve obligado a reprimir algunos desórdenes que ya se han introducido en la comunidad,  ver Ne 13, 4-31.

 Los primeros capítulos de Esdras completan las informaciones que se pueden sacar de los profetas Ageo, Zacarías y Malaquías.  Los dos libros son la única fuente de que se dispone para conocer la actividad de Esdras y Nehemías.  La fecha de su composición es anterior a la de las Crónicas;  pero,  sobre todo, utilizan y citan textualmente documentos contemporáneos de los hechos:  listas de repatriados o de la repoblación de Jerusalén,  actas de los reyes de Persia,  correspondencia con la corte y,  sobre todo,  el informe en que Esdras dio cuenta de su misión y la memoria justificativa de Nehemías.

LOS LIBROS DE CRÓNICAS (2a. Parte)

LOS LIBROS DE CRÓNICAS  (2a. Parte)

Los grandes pensamientos del Cronista,  el Templo y el Culto,  explican la composición de su obra.  Los primeros capítulos,  del 1 al 9 ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén.  Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, cap. 10 al 29. 

En los libros de Crónicas se omiten la desavenencias con Saúl,  así como el pecado de Betsabé,  los dramas de la familia y las rebeliones,  pero se da relieve a la profecía de Natán,  cap 17,  y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas,  por ejemplo el traslado del arca y la organización del culto en Jerusalén,  cap 13,  15-16,  y los preparativos para la construcción del Templo,  cap 21 al 29.  David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles,  y ha dejado la realización de la obra en manos de su hijo Salomón. 

En 2 Crónicas 1-9, ocupan la mayor parte la historia de Salomón, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica.  A los reyes se les juzga de acuerdo con su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza,  según se aproximen o se alejen del modelo dado por David,  1 Cro 10-36. 

A los desórdenes,  siguen las reformas y las más relevantes son las realizadas por Ezequías y Josías.  Este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre,  pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo.  Continuación de esta historia son los libros de Esdras y Nehemías.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que ignoramos y que podían ser dignas de fe,  no hay razón para desconfiar en principio,  de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos.  Este cronista escribe para sus contemporáneos,  les recuerda que la vida de la nación depende de la fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia de la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad.  Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David.

La enseñanza permanente que nos dejan estos libros consiste en la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo. Deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en la que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

 

 

 

 

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS (1a. Parte)

LOS LIBROS DE LAS  CRÓNICAS (1a. Parte)

El autor de las Crónicas es un levita de Jerusalén.  Escribe después de Esdras y Nehemías,  bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquellos se refieren.  La fecha más probable parece ser el comienzo  de la época griega,  antes del año 300 a. C.  El libro   recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos.  En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 de Crónicas,  capítulos 2 al 9 y se añadieron listas de nombres,  probablemente las de los partidarios de David,  ver 1 Cro 12,  las de sacerdotes y levitas , 1 Cro 15 y la larga adición del 23, 3 al 27, 34, que es un recuento del  personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea del pensamiento del Cronista, quien muestra gran interés por el Templo.  El clero desempeña en su obra un papel preeminente,  no sólo los sacerdotes y levitas,  según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco,  sino también las clases inferiores del clero,  los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas.  La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión,  que ante el Cronista recuperan su antigua importancia.

Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá:  por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel.  Ni los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo.  “Israel”  es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David.  Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra;  y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto,  desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad que regresó del Destierro.

LIBROS DE LOS REYES

LIBROS DE LOS REYES

Los Libros de los Reyes, como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel y los capítulos 1 y 2 de 1Reyes,contienen la parte final del gran documento de 2Samuel cap 9 al 20.   La larga narración del reinado de Salomón descrita en los capítulos 3 al 11 de 1Reyes,  detalla la excelencia de su sabiduría,  el esplendor de sus construcciones,  especialmente del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas.  Es ciertamente una época gloriosa,  pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido.  Se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David.  Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo,  y a la muerte de Salomón, en el 931, el reino se divide:  las diez tribus del Norte se llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso,  ver 1Reyes 12-13.

La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla del cap. 14 de 1Reyes al capítulo 17 de 2Reyes y  con frecuencia la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte.  El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región,  primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes en el 721,  mientras que Judá se ha declarado ya vasallo.  La historia,  limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén en el 587,  ver 2R cap 18 al 25, 21. 

La narración se alarga pues trata dos reinados,  el de Ezequías,  ver 2R cap 18 al 20 y el de Josías, ver 2R cap. 22-23,  marcados por uin despertar nacional y una reforma religiosa.  Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías en el año 721 a. C.,  en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. 

Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente,  pero pronto se rebeló.  El castigo no se hizo esperar:  en el 597,  los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes;  diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó en el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación.  Reyes concluye con dos breves apéndices,  2R cap 25,  22-30.

LIBROS I Y II DE SAMUEL, (2a.Parte)

El segundo libro de Samuel no da más que un resumen de los resultados políticos del reinado de David,  los cuales fueron considerables.  Los filisteos fueron definitivamente rechazados, la unificación del territorio concluye con la absorción de los enclaves cananeos, y en primer lugar Jerusalén,  que se convirtió en la capital política y religiosa del reino.  Fue sometida Transjordania, y David extendió su dominio sobre los arameos de Siria meridional.  Con todo,  cuando murió David, hacia el 970,  la unidad nacional no estaba verdaderamente consolidada.

David era rey de Israel y de Judá y estas dos fracciones se oponían a menudo,  por ejemplo, la rebelión de Absalón fue sostenida por las gentes del Norte,  el benjaminita Seba quiso sublevar al pueblo al grito de “A tus tiendas, Israel”.  En este momento se presiente ya el cisma.

Estos libros traen un mensaje religioso y exponen las condiciones y las dificultades de un reino de Dios sobre la tierra.  El ideal sólo se ha conseguido bajo David;  este logro ha sido precedido por el fracaso de Saúl y será seguido por todas las infidelidades de la monarquía, que atraerán la condenación de Dios y provocarán la ruina de la nación.

A partir de la profecía de Natán, la esperanza mesiánica se ha alimentado de las promesas hechas a la casa de David. El Nuevo Testamento se refiere a ellas tres veces,  Hechos 2, 30,   2 Co 6, 18,  Hb 1, 5.  Jesús es descendiente de David, y el nombre de hijo de David que le da el pueblo es el reconocimiento de sus títulos mesiánicos.  Los Padres han establecido un paralelo entre la vida de David y la de Jesús, el Cristo, el Ungido,  elegido para salvación de todos,  rey del pueblo espiritual de Dios y,  sin embargo,  perseguido por los suyos.

LIBROS I Y II DE SAMUEL (1a. Parte)

LIBROS I Y II  DE SAMUEL  (1a. Parte)

Los libros de Samuel formaban una sola obra en la Biblia hebrea.  La división en dos libros se remonta a la traducción griega que ha unido asimismo a Samuel y Reyes en un mismo título: los cuatro libros de los Reinos.  La Vulgata los llama los cuatro libros de los Reyes. El Samuel hebreo corresponde a los dos primeros.

Este título proviene de la tradición que atribuía al profeta Samuel la composición de este escrito y su texto es uno de los peor conservados del A. T.  La traducción griega de los Setenta da un texto bastante diferente, que se remonta a un prototipo del que las cuevas de Qumrán han proporcionado importantes fragmentos.  Existían, pues, varias resenciones hebráicas de los libros de Samuel.  Podemos distinguir cinco partes:

a) Samuel, 1S 1-7.

b) Samuel y Saúl, 1S 8-15.

c) Saúl y David, 1S 16 a 2S 1.

d) David, 2S 2-20.

e) Suplementos, 2S 21-24.

 La obra combina y yuxtapone diversas fuentes y tradiciones sobre los comienzos del período monárquico. Hay una historia del arca y de su cautiverio entre los filisteos, en la que no aparece Samuel y que proseguirá en 2S 6.  Está enmarcada en un relato de la infancia de Samuel  y por otro relato que presenta a Samuel como el último de los Jueces y anticipa la liberación del yugo filisteo,  7. 

Samuel desempeña un papel esencial en la historia de la institución de la realeza,  donde se han distinguido desde hace tiempo dos grupos de tradiciones. Al primer grupo se le ha denominado versión monárquica del acontecimiento y al segundo,  una versión antimonárquica,  esta última sería posterior. En realidad ambas tradiciones son antiguas y solamente representan tendencias diferentes;  además, la segunda corriente no es tan antimonárquica como se afirma,  sino que solamente se opone a una realeza que no respetaría los derechos de Dios. 

 Los libros de Samuel abarcan el período que va de los orígenes de la monarquía israelita hasta el final del reinado de David.  La expansión de los filisteos (batalla de Afec,  ver I S 4, se sitúa hacia el 1050 ponía en peligro la existencia misma de Israel e impuso la monarquía.  Saúl,  hacia el 1030, es, en un principio, como un continuador de los Jueces, pero su reconocimiento por todas las tribus le confiere una autoridad universal y permanente,  es aquí donde nace la realeza.

 En el primer libro se narra la guerra de liberación,  en la cual los filisteos son arrojados hasta su territorio,  los encuentros posteriores tienen lugares en los confines del territorio israelita (Valle de Terebinto y Gelboé).  Este último combate acaba en desastre y en él muere Saúl,  hacia el 1010.  La unidad nacional se ve de nuevo comprometida, David es consagrado rey en Hebrón por los de Judá, y las tribus del Norte le oponen a Isbaal, descendiente de Saúl, refugiado en Transjordania.  Sin embargo, el asesinato de Isbaal hace posible la unión,  y David es reconocido rey por Israel.

 

 

 

 

EL LIBRO DE RUT

EL LIBRO DE RUT

Podemos decir que la Historia de Rut es una historia humana como tantas y lo que consideramos más importante: de permanente actualidad. Colombia es un país donde la emigración y  el desplazamiento,  hacen que las familias se vayan a lugares diferentes al de sus sitios de nacimiento.  En esta historia,  un matrimonio se marcha a los campos de Moab en busca de mejores condiciones de vida,  con dos hijos que se casan con mujeres de esa región.  El hombre se llamaba Elimélec, su mujer Noemí y sus hijos Majlón y Quilión. Más adelante veremos que Elimélec muere y sus dos hijos se casan con Orfé y Rut;    después de diez años,  mueren los jóvenes quedando las tres mujeres viudas.

Esta es  una historia sencilla y llena de sobriedad que parece partir de la descripción de las simples condiciones de vida en lo material y sus necesidades, como la búsqueda de sustento en otros lugares que no son los de origen.

Sin embargo, en la historia de Rut y detrás de esta aparente simplicidad, se esconden fundamentos anímicos y espirituales que van a implicar un paso adelante en la evolución personal y colectiva.

"No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, iré y donde tú vivas, viviré yo. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo y allí seré enterrada" (Rut 1:16-17).

No cabe la menor duda que nos encontramos con una lectura enfocada  desde el punto de vista de la historia de las mujeres. Aquí se nos habla de emigración e inmigración, pérdida, vínculo, retorno al origen, fracaso, solidaridad, justicia, aceptación del otro, amor, y renovación. Rut se nos presenta como un nuevo arquetipo de persona al superar los lazos de sangre y decidir los nuevos lazos del destino:

"Tu Pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios" (Rut 1:16).

En la medida en que el ser humano  se va ajustando a su proceso en el mundo, aprende a decidir sobre su destino y sus vínculos por un proceso de libertad. El yo y la libertad de elección van juntos, uno es imposible sin el otro. Esta individualidad se reconoce a través de la percepción del destino compartido con otros y aprende a percibir este nuevo impulso psíquico como una nueva necesidad, determinando así el principio biológico.

Esto nos dice que el hogar está allí en donde están los vínculos que hemos escogido. Sin embargo, existen dos conceptos de familia:

-La familia genealógica, que nos es dada por el vínculo biológico de la sangre.

-La familia del alma, aquella con la cual se identifica nuestra personalidad para dar nuevos pasos de reconocimiento y de trascendencia.

No es fácil saber acompañar al otro cuando éste se queda solo y desamparado, cuando no tiene nada que ofrecer porque lo necesita todo. Por eso, el acto de Rut al decidir quedarse con Noemí, contiene muchos más aspectos que el simple hecho de quererla con tierno afecto, porque además está dispuesta a compartir su destino con todas las consecuencias que esto pueda tener.

Es una decisión no sólo afectiva, sino también ética y de una gran valentía moral. La madre sabia, en la figura de Noemí; es el personaje  que sabe aceptar las contradicciones y el dolor de la vida y sus polaridades. De llamarse “mi dulzura”, pasa a llamarse Mará, “amargura”, pues son muchas las pérdidas que ha tenido que soportar esta mujer.