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Palabra Creadora

LIBROS DE LOS REYES

LIBROS DE LOS REYES

Los Libros de los Reyes, como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel y los capítulos 1 y 2 de 1Reyes,contienen la parte final del gran documento de 2Samuel cap 9 al 20.   La larga narración del reinado de Salomón descrita en los capítulos 3 al 11 de 1Reyes,  detalla la excelencia de su sabiduría,  el esplendor de sus construcciones,  especialmente del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas.  Es ciertamente una época gloriosa,  pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido.  Se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David.  Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo,  y a la muerte de Salomón, en el 931, el reino se divide:  las diez tribus del Norte se llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso,  ver 1Reyes 12-13.

La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla del cap. 14 de 1Reyes al capítulo 17 de 2Reyes y  con frecuencia la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte.  El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región,  primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes en el 721,  mientras que Judá se ha declarado ya vasallo.  La historia,  limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén en el 587,  ver 2R cap 18 al 25, 21. 

La narración se alarga pues trata dos reinados,  el de Ezequías,  ver 2R cap 18 al 20 y el de Josías, ver 2R cap. 22-23,  marcados por uin despertar nacional y una reforma religiosa.  Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías en el año 721 a. C.,  en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. 

Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente,  pero pronto se rebeló.  El castigo no se hizo esperar:  en el 597,  los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes;  diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó en el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación.  Reyes concluye con dos breves apéndices,  2R cap 25,  22-30.

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