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INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS - III

INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS - III

EL APOCALIPSIS COMO CULMINACIÓN DE LA BIBLIA: EL CUMPLIMIENTO MESIÁNICO ESCATOLÓGICO.

En la descripción anterior  de la disposición del libro aparece ya indicado el tema dominante del libro, su estructura profunda, que consiste en la proclamación del Reinado de Dios y de su Cristo,  11, 15-17;  12, 10; 20, 2.10, y de los poderes hostiles, 19, 20-21; 20, 9.

Las numerosas referencias al  Antiguo Testamento permiten al autor  expresar el cumplimiento de las promesas divinas,  dejando claro que el agente del cumplimiento es  el Dios Todopoderoso, 1, 8; 4, 8; 11, 17; 15, 3; 16, 7; 16, 14; 19;6, 19, 15; 21, 22.  Junto al término “Todopoderoso” y a veces ligado al mismo, encontramos el nombre divino “El que es, el que era y el que va a venir”, 1, 4.8.  Esta denominación es una actualización del Nombre divino “Yo soy” de Exodo 3, 14, con la mediación targúmica, y pone también de relieve que Dios va a intervenir definitivamente en la consumación de la historia.

Jesucristo es el realizador del designio divino.  Es el Hijo de Dios, 2, 18, el Mesías lleno del Espíritu, 3, 1, que tiene la llave de David, 3, 7, el León de Judá y Retoño de David, 5, 5; ver 22, 16,  el Amén,  el Testigo fiel, 3, 14; ver 1, 4.  Él es el Príncipe de los reyes de la tierra, 1, 4, que ha lavado los pecados con su sangre y ha constituido un pueblo sacerdotal, 1, 5-6; 5, 10.  Él es el Cordero a quien se entregan los destinos de la historia, 5, la Palabra de Dios, 19, 13, que actúa en el combate escatológico, 19, 11-16.  Es el Rey de reyes y Señor de señores, 19, 16; ver 17, 14.  Es el Esposo, 19, 9; 21, 2.9. 

El Apocalipsis presenta también a Jesucristo con rasgos divinos en la visión del Hijo del hombre, 1, 13ss, en que se la aplican el título “El Primero y el Último”, 1, 17; 2, 8, el título que se aplicaba a Dios en Isaías 44, 6; 48, 12.  Asimismo la participación del Cordero en el Trono divino y la adoración que le tributan los Ancianos y los Vivientes, 5, 8-14, indican este carácter divino.

La fe cristiana trinitaria está presente también en la mención del Espíritu, tanto en el saludo inicial, 1, 4, como en el mensaje a las iglesias, 2, 7.11.17.29; 3, 6.13.22; asimismo en otras proclamaciones, 14, 13; 22, 17.

El cumplimiento mesiánico escatológico implica la derrota de las fuerzas hostiles y la victoria de los elegidos en la Jerusalén celestial, que como hemos dicho, es el contenido de la parte profética del Apocalipsis.

Invitamos al lector a dejarse ganar por el conjunto de imágenes, complicado, pero poderoso, con el que el autor ha revestido su mensaje de certeza y esperanza.  El sacrificio del Cordero ha obtenido la victoria postrera y,  sean cuales fueren los males que la Iglesia de Cristo padezca, no puede dudar de la fidelidad de Dios hasta el momento en que venga el Señor, “pronto”, 1, 1; 22,20.  El Apocalipsis es la gran epopeya de la esperanza cristiana, el canto de triunfo de la Iglesia perseguida.

 

Fuente : Biblia de Jerusalén,  4a. Edición, Feb 18/2009

 

INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS, II

INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS,  II

ESTRUCTURA DEL APOCALIPSIS.

El libro en su estado actual presenta dos partes netamente diferenciadas: la parte exhortatoria, 1-3, y la parte profética, 4-22. 

Prólogo, 1,  1-3

I.  Cartas a las iglesias de Asia,  1, 4 al 3, 22.

II. Las visiones proféticas,  3, 1 al 22, 15.

  1. Los preliminares del “Gran Día de Yahvé”, 4, 1 al 16, 21.

  2. El castigo de Babilonia, 17-1 al 19-10.

  3. El exterminio de las naciones paganas, 19, 11 al 20, 15.

  4. La Jerusalén futura,  21, 1 al 22, 15. 

Epílogo,  22, 16-21.

Muchos autores dividen la parte de las visiones proféticas,  en dos grandes secciones.  En la primera, 4, 11, tras la visión del Trono de Dios, 4, y la visión del Cordero, 5,  tendríamos dos septenarios: los sellos, 6-7, con el intermedio de la visión de los elegidos y la muchedumbre inmensa, y las trompetas, 8-11, con la culminación de la visión del librito abierto y de los dos testigos, 11.

Esta sección de los capítulos 6 al 11, estaría dominada por la imaginería del Día de Yahvé y por la actualización de las plagas de Egipto y la invitación a la conversión.  El capítulo 11 prepararía la transición a la parte siguiente.

La segunda sección de la parte profética, 12 al 22, tiene como visión inicial el gran signo de la Mujer y el Dragón,  12.  Esta visión, inspirada en Gn 3, 15 (lucha de la Mujer y su descendencia contra el Dragón y la suya), determinada la sucesión de los acontecimientos del drama: Las bestias perseguidoras de la Iglesia, 13, y el Cordero, 14, se enfrentan.  La prevalencia de la impronta del libro de Daniel,  especialmente la visión del capítulo 7 sobre las Bestias y el Hijo del Hombre, determina toda la sección de los capítulos 13,1 al 20, 10.  Las secciones de los anuncios evangélicos, la siega y la vendimia, 14, anuncia el Fin.  El septenario de las copas actualiza las plagas de Egipto contra el trono de la Bestia, 16.  Los capítulos 17 y 18 representan el mismo enfrentamiento con la imagen de Babilonia-Roma.

Las dos representaciones del combate escatológico con el intermedio del milenio, 19, 11 al 20, 10, contienen la victoria de Dios y su Mesías sobre las Bestias y el Dragón.  El juicio universal, 20, 11-15, termina la historia y la visión de la Jerusalén celeste inaugura la consumación,  21, 1 al 22.15.

 

Fuente : Biblia de Jerusalén, 4a. Edición, 18 Feb/2009

 

 

 

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS

INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS

INTERPRETACIÓN HISTÓRICA.

Cuando Juan escribía,  la Iglesia, el nuevo Pueblo elegido, acababa de ser diezmada por una sangrienta persecución, 13; 6, 10-11; 17, 6, desencadenada por Roma y el imperio romano (la Bestia), pero a instigación de Satanás, 12; 13, 2-4, el Adversario por excelencia de Cristo y de su Pueblo. Una visión inicial describe la majestad de Dios que reina en el cielo, dueño absoluto de los destinos humanos, 4, y que entrega al Cordero el libro que contiene el decreto de exterminio de los perseguidores, 5; la visión prosigue con el anuncio de una invasión de pueblos bárbaros (los partos), con su tradicional cortejo de males: guerra, hambre y peste, 6.  Pero los fieles de Dios serán preservados, 7, 1-8; ver 14, 1-5, en espera de gozar del triunfo en el cielo, 7, 9-17; ver 15, 1-5.  Sin embargo, Dios, que quiere la salvación de los pecadores, no va a destruirlos inmediatamente, sino que les enviará una serie de plagas para prevenirles, como lo había hecho con Faraón y los egipcios, 8-9; ver 16.  Esfuerzo inútil: a causa de su endurecimiento, Dios destruirá a los impíos perseguidores, 17, que trataban de corromper la tierra induciéndola a adorar a Satanás (alusión al culto de los emperadores de la Roma pagana); siguen una lamentación sobre Babilonia (Roma) destruida, 18, y cantos triunfales en el cielo, 19, 1-10. 

Una nueva visión vuelve sobre el tema de la destrucción de la Bestia (la Roma perseguidora), esta vez realizada por Cristo glorioso, 19, 11-21.  Entonces se abre un período de prosperidad para la Iglesia, 20. 1-6, que terminará con un nuevo asalto de Satanás contra ella, 20, 7s, la destrucción del Enemigo, la resurrección de los muertos y su Juicio, 20, 11-15, y finalmente el establecimiento definitivo del Reino celeste, en el gozo perfecto, después de haber sido aniquilada la muerte, 21, 1-8.  Una visión retrospectiva describe el estado de perfección de la nueva Jerusalén durante su reinado sobre la tierra, 21, 9s.

Esta es la interpretación histórica del Apocalipsis, su sentido primero y fundamental.  Pero el alcance del libro no se detiene aquí; porque su visión de la historia depende de valores eternos sobre los que puede apoyarse la fe de los fieles de todos los tiempos.  Ya en el A T, la confianza del Pueblo santo estaba fundada en la promesa de Dios de permanecer “con su Pueblo”, ver Ex 25, 8+, presencia que significaba protección sobre los enemigos para llevar a cabo la salvación.  También ahora, y de una manera mucho más perfecta, está Dios con su nuevo Pueblo, que ha unido consigo en la persona de su Hijo, Emmanuel (Dios con nosotros); y la Iglesia que vive de esta promesa de Cristo resucitado: ·Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, Mt 28, 20. Siendo así, nada tienen que temer los fieles; aunque por algún tiempo tengan que sufrir por el nombre de Cristo, en definitiva serán vencedores de Satanás y de todas sus maquinaciones.

 

Fuente : Biblia de Jerusalén

EPISTOLAS DE SAN JUAN, III

EPISTOLAS DE SAN JUAN, III

Tercera Epístola

Catorce versículos dirigidos a Gayo, una persona en particular. Este Gayo parece haber sido no un eclesiástico sino un hombre de leyes. Es alabado por San Juan por su hospitalidad con los hermanos visitantes (versículos 2 – 9). Sigue luego el Apóstol: “He escrito algunas cosas a la Iglesia; pero Diotrefes, que ambiciona el primer puesto entre ellos, no nos acepta” (versículo 9). Este Diotrefes podría haber sido el obispo de la Iglesia. Se lo encuentra completamente en falta, y Demetrio es puesto como un ejemplo. Esta corta carta “hermana gemela”, como la denomina San Jerónimo, a la segunda carta de San Juan, es un asunto completamente personal. No hay discusión doctrinal en ella. Se insiste en la lección de la hospitalidad, especialmente en el cuidado de los predicadores del Evangelio. La referencia más antigua del reconocimiento de la carta como Apostólica es de San Dionisio de Alejandría (siglo tercero). Eusebio se refiere a la carta llamada “la segunda y tercera de Juan, ya sea que pertenezcan al evangelista o a algún otro con su nombre” ("Hist. eccl.", III xxv; Schwartz, II, 1, p. 250). La canonicidad de esta carta ya ha sido tratada. El saludo y su final son evidencia interna de haber sido compuestas por el autor de la carta previa de Juan. El estilo simple y afectuoso, la firmeza del rechazo a Diotrefes son estrictamente Joánicos. No se sabe nada en concreto sobre el momento y lugar de su escritura, pero en general se supone que las dos pequeñas cartas fueron escritas por Juan hacia el final de su larga vida en Éfeso.

 

Fuente:  Enciclopedia Católica

EPISTOLAS DE SAN JUAN, II

EPISTOLAS DE SAN JUAN, II

SEGUNDA EPÍSTOLA DE SAN JUAN

Estos trece versículos están dirigidos contra los mismos errores Docetistas y los gérmenes del Gnosticismo a los cuales San Juan se esfuerza en arrancar de su Evangelio y de la Primera Epístola.

Harnack y algunos autores, quienes admiten la canonicidad de la Segunda y Tercera Epístolas, asignan su autoría a Juan el Mayor; nosotros hemos demostrado que este Juan el Mayor nunca existió. La autenticidad de la segunda carta es avalada por muy antiguos Padres de la Iglesia. San Policarpo cita más a II Juan, 7, que I Juan, 4 ("Phil.", VII, i; Funk, "Patres Apostolici", I, 304). San Irineo expresa sentencias de II Juan, 10, como palabras de “Juan, el Discípulo del Señor”.

Por su parte, el Canon Muratoriano habla de las dos Epístolas de Juan. San Clemente de Alejandría habla de la más larga Epístola de Juan; y, como una consecuencia, conoce por lo menos dos. Orígenes escucha a testigos de las dos cartas más cortas, las cuales “juntas no contienen cien líneas”, y no son admitidas como auténticas por todos. La canonicidad de estas dos cartas fue muy discutida. Eusebio las coloca entre las Antilegómenas. No se encuentran en la traducción en Peshito. El Canon de las Iglesias de Occidente las incluyen después del siglo cuarto; el Concilio de Trento concluyó la discusión sobre su canonicidad sostenida por algunos como Cayetano. El Canon de las Iglesias de Oriente fuera de la de Antioquía, las incluyen luego del siglo cuarto.

El estilo y las formas de la segunda carta son muy similares a los de la primera. También fue muy discutido el destino de esta carta. Las palabras iniciales son interpretadas de variadas formas -- “El Presbítero, a la Señora Elegida y a sus hijos” (ho presbuteros eklekte kuria kai tois teknois autes). Hemos visto que los mayores significan los Apóstoles. ¿Quién es la Señora Elegida?, ¿es ella Kyria la elegida? ¿La Señora Eklekte? ¿Una señora llamada Eklekte Kyria?. ¿Una Señora elegida, cuyo nombre es omitido?. ¿Una Iglesia?. Cada una de estas interpretaciones tiene sus defensores. Nosotros consideramos, de acuerdo con San Jerónimo, que la carta está dirigida a una Iglesia en particular, a la cual San Juan urge sobre su fidelidad en Jesucristo, a evitar a los herejes, y a amar. Esta interpretación encaja mejor con el final de la carta “Te saludan los hijos de tu hermana Elegida”.

 

Fuente:  Enciclopedia Católica.

 

EPISTOLAS DE SAN JUAN, I

EPISTOLAS DE SAN JUAN,  I

EPISTOLAS DE SAN JUAN

Con este título se designan tres escritos atribuidos a San Juan, al igual que el cuarto Evangelio y el Apocalipsis.  Se les llama Cartas o Epístolas por su forma literaria, que es más clara en el segundo y tercer escrito, pero que también está presente en el primero (“os escribo”, 1 Juan, 2-14).  La primera tiene cinco capítulos; las otras dos son escritos muy breves de apenas media página cada una.  A continuación indicamos unos breves rasgos de cada una de las epístolas.

 Primera Epístola de San Juan

Por su relación estrecha con el cuarto Evangelio, de cuya teología vive nuestro escrito, la primera epístola es uno de los documentos más importantes del Nuevo Testamento.  Se presenta como un testimonio apostólico que invita a la comunión con el Padre y con el Hijo, y a la comunión entre los creyentes.

La estructura de este prodigioso escrito ha sido objeto de muchas aproximaciones.  Una de las más aceptadas divide la epístola de la siguiente manera:

-      Prólogo,  1, 1-4: Anuncio de la palabra de vida fuente de la comunión.

-      Primer desarrollo de los criterios y formas de vivir la comunión, 1, 5 – 2, 28.  Bajo el principio “Dios es luz” (no pecar, amar al hermano, mantenerse en la recta fe, preferir el amor del Padre al amor del mundo y guardarse de los anticristos).

-      Segundo desarrollo de los criterios y formas de vivir la comunión, 2, 29 al 4, 6.  Bajo el principio “Dios es Padre justo que nos otorga el don de la filiación divina”, se recuerdas las implicaciones de “Vivir como hijos de Dios” (romper con el pecado, amar al hermano, confiar en Dios, que está por encima de nuestra conciencia, y guardarse de los anticristos).

-      Tercer desarrollo de los criterios y formas de vivir la comunión, 4, 7 – 5, 13.  Bajo el principio “Dios es amor”, el autor se remonta a las fuentes de la fe y del amor, alternando las proclamaciones del misterio redentor (el amor de Dios en el envío del Hijo y el don del Espíritu Santo) y las exhortaciones a amar a Dios y a los hermanos. La fe se hace testimonio.

 

Adiciones, 5, 14-21: Oración por los pecadores, certezas de la fe y exhortación a guardarse de los ídolos.

 

EPISTOLAS DE SAN PEDRO

EPISTOLAS DE SAN PEDRO

SEGUNDA EPÍSTOLA SAN PEDRO

Sin lugar a dudas la segunda epístola se presenta también como de San Pedro.  El apóstol,  en efecto,  se nombra a sí mismo en el saludo,  Cap 1, 1, después alude al anuncio de Jesús referente a su muerte,  Cap 1, 14, dice haber sido testigo de la Transfiguración,  Cap 1, 16-18, y, finalmente, alude a una primera carta,  Cap 3, 1, que parece ser la Primera de Pedro.

Si escribe por segunda vez a los mismos lectores, lo hace con una doble finalidad: prevenirles contra los falsos doctores,  Cap 2,  y responder a la inquietud causada por el retraso de la Parusía, Cap 3.  Esos falsos doctores y esa inquietud pueden, en rigor, concebirse  hacia el fin de la vida de San Pedro. Pero existen otras consideraciones que ponen en duda la autenticidad y sugieren una fecha más tardía.  El lenguaje presenta notables diferencias con el de la Primera de Pedro.  Todo el cap. 2 es un repetición, libre pero manifiesta, de la epístola de Judas.  La colección de las Epístolas de Pablo parece ya formada,  Cap 3, 15s.  Al grupo apostólico se le pone al nivel del grupo profético, y el autor habla como si no fuera parte de él,  Cap 3, 2.  Estas dificultades justifican dudas que aparecieron ya en la antigüedad.  No sólo no se ha comprobado con certeza el uso de la Epístola antes del siglo III,  sino que incluso algunos la rechazaban, como lo atestiguan Orígenes,  Eusebio y Jerónimo.  Por ello,  no pocos críticos modernos rechazan también su atribución a Pedro,  y es difícil quitarles la razón,  pero si un discípulo posterior se respaldó en la autoridad de Pedro, quizá tuviera algún derecho a hacerlo, o por pertenecer a los círculos dependientes del apóstol, o bien incluso porque utilizaba un escrito procedente de él, an adaptándolo y completándolo con la ayuda de Judas.  Esto no era forzosamente cometer una falsificación, ya que los antiguos tenían ideas muy diferentes de las nuestras sobre la propiedad literaria y la legitimidad de servirse de seudónimos.

Por lo demás, para nuestra fe basta con que la epístola haya sido recibida firmemente por la Iglesia como canónica,  y que por tanto, represente una herencia auténtica de la época apostólica.  Por este hecho queda garantizada su doctrina,  en la cual podemos poner de relieve en particular: la vocación cristiana de “hacernos partícipes de la naturaleza divina”,  Cap 1, 4, la definición del carácter inspirado de las Escrituras, Cap 1, 20s, la seguridad de la Parusía que ha de venir, a pesar del retraso y de la incertidumbre de su día, y el anuncio, tras la destrucción del mundo por el fuego, de un nuevo mundo donde habitará la justicia, Cap 3, 3-13.

 

Fuente : Biblia de Jerusalén

EPÍSTOLAS DE SAN PEDRO

EPÍSTOLAS DE SAN PEDRO

PRIMERA EPÍSTOLA DE SAN PEDRO

Dos epístolas católicas reivindican la paternidad de San Pedro.  La primera, que lleva en el saludo el nombre del príncipe de los apóstoles, 1, 1, fue admitida sin oposición desde los cimientos de la Iglesia: utilizada probablemente por Clemente de Roma y ciertamente por Policarpo, es atribuida explícitamente a San Pedro a partir de Ireneo.  El apóstol escribe desde Roma (Babilonia, 5, 13), donde se encuentra con Marcos a quien llama “su hijo”.  Aunque sabemos muy poco acerca del fin de su vida, una tradición muy atestiguada le hace venir efectivamente a la capital del imperio, donde murió mártir bajo Nerón (¿64 ó 67?). Se dirige a los cristianos “de la Dispersión” precisando los nombres de cinco provincias, 1, 1, que prácticamente representan el conjunto del Asia Menor.  Por lo que dice de su pasado, 1, 14. 18; 2, 9s; 4, 3, da a entender que se trata de convertidos de la gentilidad, si bien no se excluye la presencia de judeocristianos entre ellos.  Por eso les escribe en griego; y si este griego, sencillo, pero correcto y armonioso, parece demasiado bueno para el pescador galileo, conocemos el nombre del discípulo-secretario que le pudo ayudar en su redacción: Silvano, 5, 12, a quien comúnmente se identifica con el antiguo compañero de San Pablo, Hch 15, 22+.

El propósito de esta epístola es sostener la fe de sus destinatarios en medio de las tribulaciones que les asaltan. Se ha querido ver en ellas persecuciones oficiales como las de Domiciano o aun las de Trajano, lo que supondría una época muy posterior a San Pedro. Pero nada parecido exigen las alusiones de la epístola.  Más bien se trata de violencias privadas, de injurias y calumnias que la pureza de vida de los convertidos les concita de parte de aquellos cuya conducta desarreglada abandonaron, 2, 12; 3, 16; 4.12-16.

Otra dificultad se ha suscitado contra la autenticidad de la epístola: el uso considerable que parece hacer de otros escritos del NT, especialmente de Santiago, Romanos  y Efesios, y que sorprende tanto más cuanto que, en cambio parece utilizar poco el Evangelio.  Sin embargo, las reminiscencias evangélicas, aun siendo discretas, son numerosas: y si estuvieran más subrayadas, no faltaría quien dijera que un seudónimo trato así de hacerse pasar por Pedro.  En cuanto a las relaciones con Santiago y Pablo, no deben exagerarse.  Ninguno de los temas específicamente paulinos (valor transitorio de la Ley judía, cuerpo de Cristo, etc.) aparece en la epístola.  Y muchos de los temas que igualmente se consideran “paulinos”, porque no son conocidos sobre todo por las epístolas de Pablo, en realidad no son más que el fondo común de la primitiva teología cristiana (valor redentor de la muerte de Cristo, fe y bautismo, etc.).  Los trabajos de la crítica reconocen cada vez más formularios de catequesis primitivos, florilegios de textos del AT, que pudieron ser utilizados paralelamente por los diversos escritos en cuestión, sin que entre ellos existiera dependencia directa. Y si, a pesar de ello, subsiste aún cierto número de casos concretos en que 1 Pedro parece que, efectivamente, se inspira en Romanos o en Efesios, esto puede admitirse sin rechazar la autenticidad: San Pedro no poseía la envergadura teológica de San Pablo, y muy bien pudo recurrir a los escritos de este último, sobre todo cuando se dirigía, como aquí, a círculos de influencia paulina.  Tampoco se debe olvidar que su secretario Silvano fue discípulo de ambos apóstoles.  Finalmente es de justicia señalar, junto a estas afinidades paulinas, las conexiones que algunos intérpretes han creído descubrir entre 1 Pedro y otros escritos de ambiente petrino, como el segundo Evangelio o los discursos de Pedro en los Hechos.

EPÍSTOLA DE SAN JUDAS

EPÍSTOLA DE SAN JUDAS

EPÍSTOLA DE SAN JUDAS

Judas, que se llama “hermano de Santiago”, v.1, parece presentarse también como uno de los “hermanos del Señor”, Mt 13, 55p.  No hay nada que obligue a identificarle con el apóstol del mismo nombre, Lc 6, 16; él mismo se distingue del grupo apostólico, v. 17.  La mediocre importancia del personaje cuyo nombre se toma hace difícil la hipótesis de que se trate de un pseudónimo, pero la fecha tardía de la epístola la convierte en posible e incluso en probable.  El autor manifiesta un notable conocimiento de las fuentes judías, indicio de que representa a una iglesia cultivada, bien surtida de libros.

De hecho, esta epístola era ya admitida por la mayoría de las iglesias como Escritura canónica desde el año 200. Cierto que el uso que hace de fuentes apócrifos (Henoc en los vv. 7.14s; Asunción de Moisés en el v. 9) suscitó algunas dudas ya desde la antigüedad;  pero ello no crea un problema especial, porque este recurso legítimo a escritos judíos, en boga entonces, en modo alguno equivale a reconocerles carácter inspirado.

Lo que a Judas le interesa es estigmatizar a los perversos doctores que ponen en peligro la fe cristiana.  Les amenaza con un castigo divino, que ilustra con precedentes de la tradición judía, vv. 5-7; y la descripción que hace de sus desviaciones parece también influida por estos recuerdos del pasado, v. 11.  Por lo demás, la descripción queda bastante vaga y ciertamente no autoriza a ver aquí el gnosticismo del siglo II.  La impiedad y el desenfreno moral que les censura, especialmente sus blasfemias contra el Señor Cristo y los ángeles, vv. 4, 8-10, pudieron haberse dado en el seno del cristianismo ya en el siglo I, bajo la influencia de aquellas tendencias sincretistas que se combaten en la epístola a los Colosenses, en las Pastorales y en el Apocalipsis.

Con todo, algunos rasgos invitan a no remontarse muy alto en el siglo I. Las predicciones de los apóstoles se atribuyen al pasado, vv. 17s.  La fe se concibe como un presupuesto objetivo “transmitido de una vez para siempre”, v. 3. Parece que han sido utilizadas las epístolas de Pablo.  Es verdad que, a su vez, la segunda epístola de Pedro utiliza la de Judas, pero, como diremos, aquélla quizá sea posterior a la muerte de San Pedro.  En definitiva, se ha de pensar en los últimos tiempos de la edad apostólica.

 

Fuente:  Biblia de Jerusalén

 

EPISTOLA DE SANTIAGO, II

EPISTOLA DE SANTIAGO, II

TEMÁTICA.   Dos temas principales sobresalen en toda esta exhortación, a saber:

El primero,  ensalza a los pobres y advierte severamente a los ricos, 1, 9-11; 1, 27 al   2, 9; 4, 13 al 5, 6: esta preocupación por los humildes, los favoritos de Dios, enlaza con una antigua tradición bíblica y muy especialmente con las Bienaventuranzas del Evangelio,  Mateo 5, 3+.

El segundo  tema insiste en la práctica de las buenas obras y previene contra una fe estéril,  1, 22-27; 2, 10-26.  Hay incluso sobre este último punto una sección polémica, 2, 14-26, que muchos intérpretes consideran dirigida contra Pablo.  Hay que reconocer en efecto conexiones bastante sorprendentes entre Santiago y las Cartas a los Gálatas/Romanos, sobre todo en la interpretación de los mismos textos bíblicos sobre Abrahán, diferente en cada uno. 

La existencia de un conflicto como éste entre los libros del NT es un indicio de la riqueza de la enseñanza divina más bien que un motivo de escándalo. Podemos observar dos cosas: en primer lugar, porque encima de cierta oposición motivada por preocupaciones pastorales diferentes, Pablo y Santiago están de acuerdo en lo fundamental,  ver 2, 6; 2, 14+ (porque Pablo no estaba nunca contra la moral, ver por ejemplo a Romanos 12-13, sino contra la imposición de preceptos culturales sobre sus fieles convertidos del paganismo, como la circuncisión, y Santiago no habla nunca de estos preceptos cultuales, sino de la moral). En segundo lugar, que este tema de la fe y de las obras, espontáneamente sugerido por los antecedentes de la religión judía, bien pudo ser un tema tradicional de discusión que ambos habrían expuesto de manera independiente.  Al fin la Iglesia naciente aceptó la epístola de Santiago porque habría querido conservar el equilibrio dialéctico entre fe y obras, entre Pablo y Santiago.

 

EPÍSTOLA DE SANTIAGO, I

EPÍSTOLA DE SANTIAGO,  I

FECHA DE COMPOSICIÓN Y AUTORÍA

Si se acepta  la autenticidad de la epístola,  su composición deberá situarse antes del 62, fecha de la muerte de Santiago.

Para algunos autores, es Santiago el que inicia una polémica contra Pablo, o mejor, contra cristianos que deformaban la enseñanza de Pablo;  en este caso, habría escrito su epístola poco antes de su muerte.  Para otros, menos numerosos cada vez, sería Pablo quien habría querido combatir las ideas de Santiago, cuya epístola en tal caso habría sido compuesta por los años 45-50, y ello explicaría el carácter arcaico de su cristología.  Sin embargo,  por lo que comentamos en el anexo, nos hace entender que una fecha tan antigua resulta poco probable.

Este escrito quiere llegar a las “Doce tribus de la Dispersión”, 1, 1, que son sin duda, los cristianos de origen judío dispersos en el mundo grecorromano, sobre todo en las regiones limítrofes de Palestina, como Siria y Egipto.  Que estos destinatarios sean convertidos del Judaísmo lo confirma el cuerpo de la carta. El uso constante de la Biblia supone que ésta les es familiar,  sobre todo por el uso de reminiscencias espontáneas y alusiones implícitas que por doquier se traslucen, y no en forma de argumentación partiendo de citas explícitas.  Se inspira particularmente en la literatura sapiencial, para deducir de ella lecciones de moral práctica, así como también del Evangelio, y su escrito no es puramente judío,  al contrario, se encuentran en él el pensamiento y las expresiones preferidas de Jesús,  no tanto por citas expresas tomadas de una tradición escrita, sino de la utilización de una tradición oral viva. 

Resumiendo,  se trata de un sabio judeocristiano que reconsidera de manera original las máximas de la sabiduría judía en función del pleno cumplimiento que habían hallado en labios del Maestro.  Su perspectiva cristina se aprecia sobre todo en el marco apocalíptico en que sitúa sus enseñanzas morales,  que tienen afinidad sobre todo con el evangelio judeocristiano de Mateo.

El estilo no es propiamente epistolar,  más bien parece una homilía.  Hay en él una serie de exhortaciones morales que se suceden sin gran cohesión, agrupando sentencias sobre un mismo tema, o bien mediante asonancias verbales.  Se trata de advertencias sobre la paciencia en las tribulaciones, 1, 1-12; 5, 7-11, el origen de la prueba, 1, 13-18, el dominio de la lengua, 1, 26;  3, 1-12, la importancia de la armonía mutua y de la misericordia, 2, 8-13; 3, 13 – 4, 2: 4, 11s,  la eficacia de la oración, 1, 5-8; 4, 2s; 5, 13-18, etc.  El sacramento de la Unción de los enfermos tiene su lugar teológico en 5, 14s (Concilio de Trento).

 

 

 

INTROD EPÍSTOLAS SN PABLO, XV

INTROD EPÍSTOLAS SN PABLO, XV

CARTAS I Y II TIMOTEO Y TITO

Estas cartas dirigidas a dos de los más fieles discípulos de Pablo, Hch 16, 14; 2Co 2, 13, ofrecen directrices para la organización y el régimen de las comunidades cristianas que se les han confiado.  Por esa razón se las llama “pastorales” desde el siglo XVIII.  Estas cartas presentan divergencias notables con las obras de Pablo.  Difieren considerablemente en el vocabulario.  Muchas palabras de uso frecuente en las anteriores epístolas no aparecen en éstas, y sí en cambio otras, y en gran proporción, que no figuran en las primeras. 

El estilo ya no es apasionado ni entusiasta, sino frío y burocrático.  El modo de abordar los problemas ha cambiado.  Pablo se limita a condenar las falsas doctrinas en lugar de oponerse a ellas con argumentos persuasivos.  Finalmente es difícil situar estas cartas en el decurso de la vida de Pablo, tal como los Hechos nos la describen.  Se comprende así que se cuestione la autenticidad de las Pastorales.  Frecuentemente se explican estas diferencias invocando la edad avanzada de Pablo, que habría dejado más libertad a un secretario (quizás Lucas,  2 Tm 4, 11) y la deficiente información sobre los detalles de la vida de Pablo después de su liberación de la prisión romana.  Pero muchos críticos rechazan esos argumentos por demasiado subjetivos, y sostienen que las Pastorales son obra de un discípulo de Pablo, de fines del siglo I, escritas con el objeto de resolver problemas de una iglesia bastante diferente.  

La hipótesis anterior no es en absoluto imposible, pero no hay ningún testimonio que indique que existían ya las cartas pseudoepigráficas y que tuvieran alguna aceptación.  2 Ts 2, 2 y Ap 22, 18 demuestran que los primeros cristianos veían la necesidad de distinguir los escritos auténticos de los falsos.  Unos pocos críticos defienden una posición intermedia entre estos dos extremos según ellos un cristiano, discípulo de Pablo, habría heredado las tres cartas personales conservadas por Timoteo y Tito hasta su muerte.  Las completó añadiendo lo que creía que Pablo habría respondido a los nuevos problemas de la Iglesia. 

Las Pastorales no serían, pues, del Apóstol pero contendrían fragmentos auténticos, por ejemplo 2 Tm 1, 15-18; 4, 9-15; Tt 3, 12-14.  Las dudas sobre la extensión y el numero de estos fragmentos restan valor a la hipótesis, carente de pruebas en apoyo de tal práctica editorial en aquella época.

La insuficiencia de estas hipótesis hace pensar en un error metodológico cuando se toman las Pastorales como un conjunto unificado, por lo cual ciertas observaciones válidas para una carta se las aplica a las demás, creando confusión.  Por el contrario, el estudio detallado de cada una de las cartas demuestra una proximidad mayor entre 1Tm y Tt que entre cualquiera de éstas y 2Tm.  Si se estudia esta última aisladamente no existe ninguna objeción convincente que impida admitir que haya sido escrita por Pablo.  Al tener como destinatario a una persona, difiere de las cartas dirigidas a las iglesias, como la carta de Ignacio a la iglesia de Esmirna difiere de su carta a Policarpo, obispo de la misma iglesia.  Si admitimos que 2Tm se enmarca naturalmente en el final del cautiverio de Pablo en Roma, Hch 28, 16s, mientras esperaba su liberación. 

Por otro lado,  si admitimos la autenticidad de 2 Tm, el carácter heterogéneo de 1 Tm y Tt resulta más evidente dentro del corpus paulino.  De modo particular, la visión del ministerio que en ellas se desarrolla contrasta vivamente con la dinámica misionera propia de Pablo, 1 Tm 1, 6-8; Flp 2, 14-16.  Lo que denomina aquí es la preocupación por una conducta ciudadana respetuosa y sumisa.  1 Tm 2, 1-2; 6, 2; Tt 3, 1-2, y las cualidades requeridas para los ministros son las propias de cualquier burócrata, 1 Tm 3, 1-13; Tt 1, 5-9.  Se ha producido, pues, una clara evolución en las iglesias paulinas. De una Iglesia entusiasta, inflamada por el Espíritu, se ha pasado a una comunidad organizada.  El jefe carismático ha dejado su puesto a una dirección institucional; pero no hay todavía trazas del tipo de episcopado monárquico, atestiguado por Ignacio de Antioquía.  La autoridad en la Iglesia es colegiada, y los “epíscopos”, 1 Tm 3, 2´5, tienen la misma función que los “presbíteros”, 1 Tm 5, 17.  Cada presbítero debe tener las cualidades de un “epíscopo”, Tt 1, 6-9.  No conviene, pues, señalar para 1 Tm y Tt una fecha demasiado tardía dentro del siglo I.

INTRODUC. EPÍSTOLAS SN PABLO, XIV

INTRODUC. EPÍSTOLAS SN PABLO,  XIV

CARTA A FILEMÓN 

No hay ninguna duda sobre la autenticidad de la carta a Filemón.  Se la relaciona generalmente con Colosenses y Efesios porque Pablo se encuentra preso,  Flm 1,  9s. 13, 23; Col 4, 3.10; Ef 3, 1; 4, 1; 6, 20,  y porque los nombres de sus compañeros, Flm 12, 23-24, aparecen también en Col 4, 10-14. Según esto,  Colosenses y Efesios datarían de los años 61-63.    Pero estudios  recientes  impiden dar a estos datos un valor decisivo y hacen pensar que el cautiverio de Pablo en Éfeso (durante los años 52-54) sería el contexto más apropiado, particularmente si tenemos en cuenta la proximidad entre Éfeso y Colosas, que es la supuesta residencia de Filemón, Flm 22; ver Col 4, 9. 

Aunque en la carta a Filemón no se trata expresamente ningún tema teológico, encontramos en ella todo un contexto de teología implícita,  cuyos puntos más destacados son los siguientes: 

La autoridad apostólica de Pablo.  Pablo no se califica como apóstol,  pero aparece en la carta como tal: sabe que tiene autoridad y que puede expresarla con toda franqueza (v. 8).  Al final la carta habla de obediencia por parte de Filemón (v. 21). 

Síntesis de vida eclesial.  Las alusiones que hace Pablo sobre este tema son significativas,  aun dentro de la sobriedad,  surge una imagen sugestiva de Iglesia, personalizada en Filemón.  La fe y la caridad se apoyan mutuamente, constituyendo un movimiento homogéneo orientado “a Jesús, el Señor y a todo el pueblo de Dios” (v. 5). 

Esclavitud y vida cristiana.  La condición de Onésimo esclavo fugitivo, la figura de Filemón patrón cristiano, la relación de Pablo con los dos, hace ya tiempo que planteó el problema de la actitud de Pablo,  y de la Iglesia primitiva (Ef 6, 5-8; 1Pe2, 18-22) frente a la esclavitud.  De la carta a Filemón se deduce que Pablo no piensa en una revolución social;  al devolver a Onésimo a su amo, respeta las leyes vigentes.  Pero surge una dimensión nueva, compartida por él, por Filemón y por Onésimo, que supera el nivel de la situación social y de su ordenamiento jurídico; para el cristiano el único valor absoluto, que relativiza radicalmente todo lo demás,  es Cristo.  Al aceptar a Cristo como absoluto aparece una constelación de relaciones nuevas entre las personas típicamente cristianas, que hace olvidar las viejas relaciones,  incluida la relación patrón-esclavo,  con todas las ventajas que de ello pudiera sacar Filemón,  sino “hermano querido, como persona y como cristiano” )v. 16).  Para Pablo, Onésimo cristiano es un “hijo” (v. 10), su “corazón” (v.11).  Será lo absoluto de Cristo metido dentro de la trama social lo que llevará también de hecho a la abolición jurídica de la esclavitud.  (U. Vanni)

 

 

INTROD. EPÍSTOLAS SAN PABLO, XIII

INTROD. EPÍSTOLAS SAN PABLO, XIII

CARTAS A LOS EFESIOS Y COLOSENSES (II) 

Ante la hipótesis de que el autor de estas cartas es alguien diferente a Pablo, tocaría admitir también que se trataría de una persona con capacidad creadora parecida a la de él,  pero dispuesto a repetir servilmente frases enteras de otras cartas paulinas.  Esta dificultad de encontrar un autor tan híbrido para Efesios es una de las principales razones que han impulsado a algunos críticos a suponer que Colosenses, de la que están tomadas la mayoría de las frases, no era tampoco de Pablo.  Partiendo, pues, de que la hipótesis más probable es la que admite la autenticidad paulina de estas dos epístolas,  mas  no la única posible, podríamos reconstruir el origen paulino de Colosenses y Efesios de la siguiente manera: 

Los errores en Colosas, contra los que escribe Pablo, no son todavía de los gnósticos del siglo II, sino más bien ideas que se encuentran habitualmente entre los judíos esenios.  El peligro provenía de las especulaciones judías, Col 2, 16, sobre las potencias celestiales o cósmicas a las que se atribuía el poder de dirigir la marcha del cosmos.  Los Colosenses exageraban tanto su importancia que comprometían la supremacía de Cristo. 

El autor de la carta acepta el planteamiento del problema sin poner en duda la actividad de tales potencias; incluso las equipara con los ángeles de la tradición judía,  ver 2, 15. Pero lo hace precisamente para situarlas en su justo lugar en el gran plan de salvación.  Las potencias han desempeñado su papel como intermediarios y administradores de la Ley.  Hoy en día ese papel ha concluido.  El Cristo Kyrios, al instaurar el orden nuevo,  tomó en sus manos el gobierno del mundo.  Su exaltación celeste le ha elevado por encima de las potencias cósmicas, a las que ha despojado de sus antiguos atributos, 2, 15.  Y él, que ya dominaba en virtud de la primera creación, a título de Hijo, imagen del Padre, las domina definitivamente como la cabeza de ellas en la nueva creación, en la que ha asumido en sí todo el pléroma, es decir,  toda la plenitud del Ser, de Dios y del mundo en Dios,  1, 13-20. Los cristianos, liberados de esos “elementos del mundo”, 2, 8-20, por su unión con la cabeza y la participación de su plenitud, 2, 10, ya no tienen por qué colocarse bajo la tiranía por medio de observancias anticuadas e ineficaces, 2, 16-23.  Unidos por el bautismo con Cristo muerto y resucitado, 2, 11-13, ellos son los miembros de su cuerpo y sólo de él, como de su cabeza vivifante, reciben su nueva vida, 2, 19. 

Estas perspectivas se repiten en las epístolas a los Efesios.  Pero el esfuerzo polémico para asignar su puesto a las potencias ha producido sus frutos, Ef 1, 20-22, y las miradas más bien se dirigen a la Iglesia, cuerpo de Cristo que se dilata con las dimensiones del universo nuevo, “plenitud del que lo llena todo en todo”, 1, 23.  En esta contemplación suprema que es como la cumbre de su obra, el autor reitera muchos temas antiguos para ordenarlos en la síntesis más vasta a que ha llegado.  Vuelve a considerar especialmente los problemas de la epístola a los Romanos, esa obra cumbre que coronaba la etapa anterior de su pensamiento. No sólo evoca en breves palabras el pasado pecador de la humanidad y sobre la gratuidad de la salvación por Cristo, 2, 1-10, sino que también reconsidera el problema de los judíos y de los gentiles que anteriormente le angustiaba, Rom  9, 11.  Y en esta ocasión lo hace a la serena luz de la escatología realizada en el Cristo celeste: en adelante, los dos pueblos se le presentan unidos, reconciliados en un solo hombre nuevo, y caminando de común concierto hacia el Padre, Ef 2, 11-22. 

El gran  “misterio”  es el acceso de los gentiles a la salvación de Israel en Cristo,  de este misterio se despliega una infinita sabiduría sobre la insondable caridad de Cristo que en él se manifiesta,  sobre la elección enteramente gratuita que ha hecho de él el ministro de ese misterio, 3, 2-8.  Este plan de salvación se ha desarrollado por etapas conforme a los designios eternos de Dios, 1, 3-14, que culminan en los desposorios de Cristo con la humanidad salvada que es la Iglesia, 5, 22-32.

  

 

Fuente : Biblia de Jerusalén

 

 

 

INTROD. EPISTOLAS SAN PABLO, XII

INTROD. EPISTOLAS SAN PABLO, XII

CARTAS A LOS EFESIOS Y COLOSENSES (I)

Las epístolas a los Efesios y a los Colosenses forman un grupo muy homogéneo: idéntica misión de Tíquico en Col 4, 7s y Ef 6, 21s; sorprendentes semejanzas de estilo y de doctrina entre Col y Ef. Pablo se halla todavía preso, Col 4, 3.10.18; Ef 3, 1; 4, 1: 6, 20, y esta vez todos los indicios apuntan a Roma como lugar de su cautiverio (del 61 al 63), más bien que a Cesarea, donde no se explicaría debidamente la presencia de Marcos o de Onésimo, o a Éfeso, donde Lucas no parece haber estado junto a Pablo.  Por lo demás, el cambio de estilo y el progreso de la doctrina exigen cierta distancia entre Col, Ef y las “epístolas mayores” Corintios, Gálatas, Romanos.  En el intervalo ha surgido una crisis: Epafras, su representante apostólico, 1, 7, ha venido de Colosas, que no fue evangelizada por el mismo Pablo, 1, 4; 2, 1, trayéndole informes alarmantes. Nada más enterarse, Pablo responde con la epístola a los Colosenses que entrega a Tíquico.  Pero la reacción suscitada en su espíritu por el nuevo peligro, le hace ahondar más su pensamiento, y así como Romanos le había servido para poner en orden de Gálatas, también ahora escribe una segunda epístola, prácticamente contemporánea de Col, en la cual estructura su doctrina conforme al nuevo punto de vista que acaba de imponerle la polémica.  Esta admirable síntesis es nuestra epístola “a los Efesios”.  Esta denominación, que ni siquiera se halla textualmente garantizada, ver Ef 1, 1, pudiera engañarnos.  En realidad, Pablo no se dirige a los fieles de Éfeso, con quienes ha convivido tres años,  Ef 1, 15; 3, 2-4, sino más bien a los creyentes en general y más particularmente a las comunidades del valle d Lico, entre las cuales hace circular su carta,  Col 4, 16. 

La interpretación cuyas líneas generales se acaban de trazar, respeta la tradición que atribuye Colosenses y Efesios a Pablo y tiene muchos visos de probabilidad.  Pero a partir del s. XIX se ha puesto en duda la autenticidad de estas dos epístolas. Su estilo pesado y repetitivo les parece a algunos impropio de Pablo; las ideas teológicas, en particular las que se refieren al Cuerpo de Cristo, a Cristo, Cabeza del cuerpo y de la Iglesia universal, no son las mismas que aparecen en las cartas anteriores; los errores con los que se enfrentan son posteriores a Pablo,  pues pertenecen más bien al gnosticismo del siglo II.  Estas objeciones son serias.  Están formuladas por numerosos críticos, incluidos algunos católicos.  Pero no son irrefutables.  De hecho,  en lo que se refiere a Col, hoy día la balanza se inclina más bien a favor de la autenticidad, y esto por buenas razones.  Pues no solamente se encuentran en ella las ideas fundamentales de Pablo, sino que las nuevas se explican de manera satisfactoria, por las circunstancias referidas anteriormente.  Lo mismo podemos decir de Ef, aun cuando en ésta la duda persiste. 

Entre los argumentos a favor de la autenticidad paulina, hay que notar:

1. Efesios es obra de un autor dotado de un pensamiento creador, no de alguien que utiliza las ideas de otro.

2. El estilo lento, rico, a veces pesado de Colosenses y Efesios, que contrasta con las discusiones rápidas, nerviosas de las cartas anteriores puede explicarse porque Pablo se está abriendo a nuevos y más amplios horizontes.

3. El estilo de las cartas anteriores no es del todo coherente, y en ellas encontramos dos ejemplos de este estilo tardío, contemplativo y casi litúrgico en Rm 3, 23-26 y 2 Co 9, 8-14.  La verdadera dificultad viene de los numerosos pasajes en que Efesios parece repetir las expresiones de Colosenses en forma bastante servil y desmañada:  pero esto puede obedecer a que Pablo no solía escribir íntegramente sus cartas,  y es posible que en la redacción de Efesios haya permitido a un discípulo una intervención más considerable que la de costumbre.

 

 

Fuente : Biblia de Jerusalén

 

 

 

 

 

INTROD. EPISTOLAS SAN PABLO, XI

INTROD. EPISTOLAS SAN PABLO,  XI

CARTA A LOS ROMANOS – 2ª. PARTE

Sin negar el valor de la economía antigua,  Pablo le asigna los justos límites de etapa provisional en el conjunto del plan de salvación.  La Ley de Moisés, buena y sana en sí,  Rm 7, 12, hizo que el hombre conociera la voluntad de Dios, pero sin comunicarle la fuerza interior para cumplirla;  por lo mismo, no consiguió más que hacerle consciente de su pecado y de la necesidad que tiene de la ayuda de Dios, Ga 3, 19-22; Rm 3, 20: 7, 7-13. Pues bien, esa ayuda de pura gracia, prometida en otro tiempo a Abrahán antes del don de la Ley Ga 3, 16-18; Rm 4, acaba de ser concedida en Cristo Jesús: su muerte y resurrección han obrado la destrucción de la vieja humanidad, viciada por el pecado de Adán, y la creación de una humanidad nueva de la que él es el prototipo, Rm 5, 12-21. 

El hombre, unido a Cristo por la fe y animado de su Espíritu, recibe ya gratuitamente la verdadera justicia y puede vivir según la voluntad divina, Rm 8, 1-4. Es cierto que su fin ha de florecer en obras buenas: pero esas obras realizadas por la fuerza del Espíritu, Ga 5, 22-25;  Rm 8, 5-13, ya no son las obras de la Ley en que ponían orgullosamente su confianza los judíos. Son obras realizables por todos los que creen, aun cuando hayan venido del paganismo, Ga 3, 6-9. 14; Rm 4, 11.  Así pues, la economía mosaica, que tuvo su valor de etapa preparatoria ha caducado ya.  Los judíos que pretenden mantenerse en ella, se colocan fuera de la verdadera salvación.  Dios ha permitido su ceguera para hacer posible el acceso de los gentiles.  Sin embargo, no pierden definitivamente su vocación primera, porque Dios es fiel:  algunos de ellos, el “pequeño resto” anunciado por los profetas, han creído;  los demás se convertirán algún día, Rm 9-11.  

En adelante los fieles de Cristo, sean de origen judío o gentil deben estar totalmente unidos en la caridad y en la ayuda mutua, Rm 12, 1-15, 13.  Estas son las grandes perspectivas que, esbozadas en Gálatas, se amplían en Romanos y nos proporcionan admirables exposiciones sobre el pasado pecador de toda la humanidad y la lucha interior en cada hombre, Rm 7, 14-25, la gratuidad de la salvación, Rm 3, 24 y la eficiencia de la muerte y de la resurrección de Cristo, Rm 4, 24s; 5, 6-11, participadas por la fe y el bautismo,  el llamamiento a todos los hombre para que se hagan hijos de Dios, Ga4, 1-7; Rm 8, 14-17,  el amor lleno de sabiduría del Dios justo y fiel que dirige todo el plan de la salvación con sus diferentes etapas, Rm 3, 21-26; 8, 31-39.  Las perspectivas escatológicas persisten: estamos salvados en esperanza, Rm 5, 1-11; 8, 24;  más al igual que en las epístolas a los Corintios, se subraya la realidad de la salvación ya comenzada; se posee ya el Espíritu de la Promesa a título de primicias, Rm 8, 23, el cristiano vive ahora en Cristo, Rm 6, 11, y Cristo vive en él, Ga 2, 20. 

La Epístola a los Romanos representa pues, una de las más bellas síntesis de la doctrina paulina.  No se trata sin embargo, de una síntesis completa; no contiene toda su doctrina.  El interés primordial que le otorgó la controversia luterana sería perjudicial si nos hiciera olvidar el complemento de las otras epístolas que la integran en una síntesis más vasta.

 

 

Fuente : Biblia de Jerusalén.

  

 

 

 

 

 

 

 

INTROD. EPISTOLAS SAN PABLO, X

INTROD. EPISTOLAS SAN PABLO, X

CARTA A LOS ROMANOS – 1ª. PARTE

 La epístola a los Romanos parece algo posterior,  Pablo se halla en Corinto (invierno del 55-56), y a punto de partir para Jerusalén, de donde  espera ir a Roma  y de allí a España,  Rm 15, 22-32; ver 1 Co 16, 3-6; Hch 19, 21¸20, 3.  Pero no ha fundado él la iglesia de Roma, respecto de la cual se halla medianamente informado, quizá por hombres como Aquila, Hch 18, 2; las pocas alusiones de su epístola únicamente dejan entrever una comunidad en la que los convertidos del Judaísmo y de la gentilidad están expuestos a despreciarse mutuamente.  Por eso cree conveniente, para preparar su venida, enviar con su protectora Febe, Rm 16, 1, una carta en que expone su solución del problema del Judaísmo-Cristianismo, tal como lo acaba de madurar bajo los impactos de la crisis gálata.  Para ello,  retoma las ideas de Gálatas pero de una manera más ordenada y matizada.  Si Gálatas presenta un grito salido del corazón, donde la apología personal, 1, 11 al 2, 21, se yuxtapone a la argumentación doctrinal, 3, 1- 4, 31, y a las vehementes advertencias, 5, 1 al 6-18, Romanos por su parte ofrece una exposición ininterrumpida con algunas grandes secciones que se entrelazan armoniosamente por medio de temas que se anuncian anticipadamente para ser luego desarrollados. 

Nadie ha discutido con argumentos serios la autenticidad de la epístola a los Romanos, como tampoco la de las epístolas a los Corintios y a los Gálatas.  La única cuestión debatida es si los capítulos 15 y 16 son una añadidura posterior.  Especialmente el último, con sus numerosos saludos, habría sido primitivamente una esquela destinada a la iglesia de Éfeso.  Pero el capítulo 15 a pesar de algunos manuscritos, no puede separarse del cuerpo de la epístola; y los que  mantienen la autenticidad del capítulo 16 advierten que Pablo no dirige nunca saludos a personas de comunidades en las que no ha trabajado. Esto habría suscitado envidias, al tratar de forma diversa a algunos miembros de un grupo en el que todos sus componentes le eran conocidos.  La lista de nombres del capítulo 16 indica que el escrito iba dirigido a una iglesia que Pablo no había fundado, lo que excluye que su destinataria sea la iglesia de Éfeso.  En cuanto a la doxología del cap 16, 25-27, las características de su estilo no constituyen motivo suficiente para rechazar la autenticidad, pero si pueden sugerir una fecha posterior. 

Mientras las epístolas a los Corintios contraponían el Cristo Sabiduría de Dios a la vana sabiduría del mundo, las epístolas a los Gálatas y a los Romanos contraponen el Cristo Justicia de Dios a la justicia que los hombres pretendían conseguir por sus propios esfuerzos.  Allí el peligro provenía del espíritu griego, con su orgullosa confianza en la razón;  aquí proviene del espíritu judío, con su orgullosa confianza en la Ley.  Algunos judaizantes vinieron a decir a los fieles de Galacia que no podían salvarse si no practicaban la circuncisión,  poniéndose así bajo el yugo de la Ley,  Ga 5, 2s. Pablo se opone con todas sus fuerzas a este retroceso, que haría inútil la obra de Cristo, Ga 5-4.

 

 Fuente : Biblia de Jerusalén.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INTROD. EPÍSTOLAS SAN PABLO, IX

INTROD. EPÍSTOLAS SAN PABLO,  IX

CARTA A LOS GÁLATAS.

Las epístolas a los Gálatas y a los Romanos deben ser tratadas conjuntamente, pues abordan el mismo problema: la primera, como reacción inmediata provocada por una situación concreta; la segunda, como expresión más serena y más completa que pone en orden las ideas suscitadas por la polémica.  Este estrecho parentesco de las dos epístolas es una de las mayores razones que desaconsejan fechar la composición de Gálatas en los primeros años de Pablo, incluso antes de la asamblea de Jerusalén, como lo han propuesto algunos.  Ha parecido a éstos que la segunda visita de Pablo a Jerusalén,  narrada en Ga 2, 1-10, debía ser la segunda visita mencionada en Hechos, 11, 30;  12, 25, y no la tercera, Hch 15, 2-30 (que difiere en varios puntos del relato de Pablo).  Como, por otra parte, Pablo parece desconocer el Decreto de Hch 15, 20.29 (Ver Ga 2, 6), su carta debería ser anterior a la asamblea en Jerusalén, y para esto bastaba admitir que los “Gálatas” fueron los licaonios y los pisidios evangelizados en el primer viaje misionero, explicándose con la ida y vuelta de Pablo la doble visita que parece suponer Ga 4, 13. 

Sin embargo,  todo esto tiene poca base.  Si bien es verdad que Licaonia y Pisidia han estado políticamente vinculadas desde 36-25 a. C. a Galacia, no lo es menos que el lenguaje corriente del siglo I de nuestra era reserva esa denominación a Galacia propiamente dicha, situada más al norte.  Además de que parece difícil que se haya podido llamar “Gálatas” a sus habitantes,   Ga 3, 1.  Por lo demás,  no hay necesidad alguna de esta difícil suposición.  La segunda visita de Ga 2, 1-10 se identifica perfectamente con la tercera de Hch 15- con la que tiene tan grandes semejanzas- mucho mejor que con la segunda, Hch 11, 30; 12, 25, de tan poca importancia que Pablo la ha pasado en silencio en su argumentación de Ga, a no ser que ni siquiera haya existido, siendo simplemente la consecuencia de un duplicado literario de San Lucas (ver los Hechos, Introducción, y Hch 11-30+).  Así pues, la epístola a los Gálatas es ciertamente posterior a la asamblea de Jerusalén.  Si Pablo no habla en ella del Decreto, quizá se deba a que también éste es de época posterior (ver Hch 15+), circunstancia que también explicaría la actitud de Pedro censurada en Ga 2, 11-14.  Los destinatarios son sin duda los habitantes de la región gálata recorrida por Pablo con ocasión del segundo y del tercer viaje, Hch 16, 6; 18, 23.  Y la carta pudo haber sido escrita en Éfeso o incluso en Macedonia,  entre el 54 y 55.

 

 

Fuente: Biblia de Jerusalén.

INTROD. EPÍSTOLAS DE SAN PABLO, VII

INTROD. EPÍSTOLAS DE SAN PABLO, VII

I Y II CARTA A LOS CORINTIOS (Parte I) 

Mientras escribía la 1 y 2 carta a los Tesalonicenses, Pablo evangelizaba Corinto durante más de dieciocho meses, Hch 18, 1-18,  desde la primavera del 50 hasta finales del verano del 51.  Según su costumbre de actuar en los grandes centros, quería implantar la fe de Cristo en aquel famoso puerto, densamente poblado y desde el cual podría difundirse por toda Acaya,  2Co 1, 1; 9, 2. De hecho, logró fundar allí, sobre todo en las capas modestas de la población, 1 Co 1, 26-28, una floreciente comunidad. Pero esta gran ciudad era un foco de cultura griega, donde chocaban corrientes muy diversas de pensamiento y de religión.  El contacto de la tierna fe cristiana con aquella capital del paganismo tenía que plantear para los neófitos muchos problemas delicados.  Y el Apóstol trata de resolverlos en las dos cartas que les escribe. 

A pesar de algunos puntos dudosos, la génesis de estas dos epístolas es bastante clara.  Se ha perdido una primera carta “precanónica”, 1 Co 5, 9-13, de fecha dudosa  Más tarde, durante la estancia de algo más de dos años (52-54) en Éfeso, en el curso del tercer viaje, Hch 19, 1-20 1, algunos problemas planteados por una delegación de los corintios, 1 Co 16 17, más otras informaciones recibidas por medio de Apolo, Hch 18, 27s;  1 Co 16, 12, y “los  de Cloe” 1 Co 1, 11, impulsaron a Pablo a escribir una nueva carta, que es nuestra 1 Co, alrededor de la Pascua del 54 (1Co 5, 7s; 16, 5-9.  Poco después debió producirse en Corinto una crisis, en la que probablemente tuvo que intervenir Timoteo (1 Co 4, 17; 16, 10-11), y que le obligó a hacerles una visita rápida y enojosa, 2 Co 1, 23 – 2,1, en el curso de la cual prometió volver pronto, 2 Co 1, 15-16.  Pero de hecho no volvió, y sustituyó esta visita por una carta severa, escrita “con muchas lágrimas”, 2 Co 2, 3s 9, que produjo un efecto saludable, 2 Co 7, 8-13.  Este buen resultado lo supo Pablo por Tito,  en Macedonia, después de haber salido de Éfeso a consecuencia de crisis muy graves cuya naturaleza desconocemos,  1 Co 15, 32; 2 Co 1, 8-10; Hch 19, 23-40;  entonces escribió dos partes de 2 Co, en la primavera y el verano del 55. Luego iba a pasar por Corinto, Hch 20, 1s; ver 2Co  9, 5; 12, 14; 13, 1-10, para subir desde allí a Jerusalén y ser encarcelado. 

Algunos opinan que la segunda carta a los Corintios  sería una recopilación de varias cartas –hasta cinco- remitidas por Pablo a Corinto en circunstancias diversas.  Otros, menos preocupados por las dificultades de algunos enlaces literarios que esa teoría pretende explicar, admiten sin embargo que los cap. 10 al 13 no pueden ser continuación del 1 al 9.  Es psicológicamente imposible que Pablo pase tan bruscamente de celebrar la reconciliación expuesta en los cap. 1-9 a la amonestación severa y las justificaciones irónicas de los capítulos 10 al 13. 

Se sugiere que los capítulos 10 al 13 podrían ser la epístola escrita con lágrimas, a causa de su tono severo,  pero esto no cuadra bien con el contexto. La epístola escrita con lágrimas ha sido motivada por la conducta de un individuo,  2 Co 2, 5-8;  ahora bien, ninguna referencia se hace a este asunto en los capítulos 10 al 13, que tratan del daño causado en las comunidades por los falsos apóstoles.  Es, pues, más probable que estos capítulos los haya provocado el deterioro de la situación en Corinto después del envío de los capítulos 1 al 9. 

 

Fuente : Biblia de Jerusalén

INTROD. A LAS EPÍSTOLAS DE SN PABLO VI

INTROD. A LAS EPÍSTOLAS DE SN PABLO VI

I Y II CARTA A LOS TESALONICENSES 

Cronológicamente,  las primeras cartas de San Pablo están dirigidas a los Tesalonicenses,  evangelizados por San Pablo en el curso de su segundo viaje (Ver Hch 17,  1-10), otoño del 49 a primavera del 50.  Obligado por los ataques de los judíos a salir para Berea,  desde donde llegó a Atenas y Corinto,  de esta última ciudad escribió sin duda 1 Ts en el verano del 50.  Silas y Timoteo están con él, y las buenas noticias traídas por este último, después de una segunda visita a Tesalónica, sirven de ocasión a Pablo para desahogar su corazón, 1-3;  siguen algunas exhortaciones y prácticas,  4, 1-12; 5, 12-28, entre las que se incluye una respuesta respecto de la suerte de los difuntos y de la Parusía de Cristo, 4, 13 – 5, 11. 2 Ts, escrita sin duda en Corinto algunos meses más tarde (2 Ts 2, 15), contiene además de exhortaciones prácticas, 1; 2, 13 – 3, 15,  nuevas instrucciones sobre la fecha de la Parusía y los signos que la han de preceder, 2, 1-12. 

La segunda carta a los Tesalonicenses  presenta sorprendentes semejanzas literarias con  la primera, hasta el punto que algunos críticos han visto en ella la obra de un falsario que se habría inspirado en San Pablo imitando su estilo.  Pero resulta difícil comprender el motivo de tal falsificación, y es mucho más sencillo pensar que el mismo Apóstol,  queriendo corregir algunos aspectos mal comprendidos de su enseñanza escatológica,  1 Ts 5, 2-9, haya escrito esta segunda carta repitiendo las fórmulas de la primera.  Ambos escritos no se contradicen, sino que se completan; y su autenticidad queda asimismo bien testificada por la antigua tradición de la Iglesia. 

Aparte del interés que ofrecen por presentar ya en germen muchos de los temas que se repetirán en ulteriores epístolas, éstas son importantes sobre todo por su doctrina sobre la escatología.  En esta primera etapa de su apostolado, el pensamiento del Apóstol aparece enteramente centrado en la resurrección  de Cristo y en su venida gloriosa, que traerá la salvación a los que hayan creído en él, aun cuando hubieran ya muerto, 1 Ts 4, 13-18.  Describe esa venida gloriosa según las tradiciones de la apocalíptica judía y del cristianismo primitivo (discurso escatológico de los Sinópticos, sobre todo de Mt).  Conforme a las enseñanzas de Jesús, así  insiste en la inminencia imprevisible de esa venida, que exige vigilancia, 1 Ts 5, 1-11, hasta el punto de producir la impresión de que él y ellos la verán en vida, 1 Ts 4, 17, y también  tranquiliza  a sus fieles inquietos por esta perspectiva, recordándoles que no ha llegado aún el Día y que ha de ser precedido de algunos signos, 2 Ts 2, 1-12. Estos ya no son tan claros para nosotros como debieron serlo para los primeros lectores.  Parece que Pablo se imagina al Anticristo como un individuo que vendrá en los últimos tiempos.  En cuanto al obstáculo “que ahora le retiene”, 2 Ts 2, 6,  algunos intérpretes han visto en él al imperio romano, otros a la predicación evangélica;  pero nada hay de cierto.

 

 

Fuente :  Biblia de Jerusalén