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EL LIBRO DEL PROFETA DANIEL (III)

EL LIBRO DEL PROFETA DANIEL (III)

Nada se dice de la suerte de Daniel a la muerte de Nabucodonosor (561 a, c.) simplemente se menciona que perdió su alto cargo en la corte y que vivió una vida de retiro.  El incidente que nuevamente lo colocó como noticia pública, ocurrió en el palacio de Baltasar, en las vísperas de la conquista de Babilonia por parte de Ciro (538 a, c.).  Mientras Baltasar  y su corte tenían banquetes e impíamente bebían vino en los preciosos vasos que habían tomado del Templo de Jerusalén, aparecieron los dedos de un hombre escribiendo en los muros: “Mane, Thecel, Fares”. 

Eran palabras misteriosas que ninguno de los sabios del rey pudo interpretar.  Las mismas fueron explicadas por Daniel y como recompensa se le hizo uno de los tres ministros en jefe del reino.  El profeta tenía, para ese entonces, al menos unos ochenta años de edad, y permaneció en esa posición bajo el dominio de Darío, un príncipe que posiblemente se le identifica con Darius Hystaspes (485 a, c.).   Darío pensó en colocarlo al frente de todo su reino (Cap 6, 4) sin embargo, al saber de esto, los compañeros funcionarios de Daniel, teniendo miedo de su aumento de poder, buscaron su ruina.  Para ello convencieron a Darío de acusaciones de deslealtad a la corona por parte de Daniel.

Esos oficiales se aseguraron que el rey emitiera un decreto mediante le cual se prohibía, bajo pena de ser lanzado a la jaula de leones, a que durante treinta días, ningún hombre hiciera petición alguna frente a otro humano o dios, con excepción del monarca.  Tal y como sus enemigos habían anticipado, Daniel oró tres veces al día, desde su ventana abierta hacia Jerusalén.  Ellos entonces, lo reportaron al rey y lo forzaron a aplicar las amenazas contenidas en el decreto contra quien lo hubiera violado.  Ante la evidencia de que Daniel había salido ileso de la jaula de los leones, como  un milagro, Darío publicó un decreto en el cual daba a conocer que veneraría al Dios de Daniel y que lo proclamaba como el “Dios viviente y eterno”.  Daniel continuó una vida próspera durante el resto del reinado de Darío y de su sucesor Ciro de Persia (Cap 6, 29).  Eso en resumen, son los hechos que se pueden extraer de la biografía del Profeta Daniel contenida en la narrativa de su libro (Cap 1 al 6). 

Escasamente se tienen otros datos que puedan contribuir a enriquecer el conocimiento que se posee de su biografía, en la segunda parte del Libro de Daniel, una parte más apocalíptica (Cap 7 al 12).  Las visiones que allí se presentan, hacen que Daniel sea favorecido con la comunicación divina respecto al castigo que recibirán los poderes de los gentiles y el establecimiento del Reino Mesiánico.  Estas misteriosas revelaciones se refieren a los reinos de Darío, Baltasar y Ciro, y en ellas se indica cómo el Ángel Gabriel señala los “tiempos del fin”. 

Quizá fue Daniel quien mostró al rey Ciro las profecías de Isaías, las cuales influyeron sobre el monarca persa para que promulgara el decreto que terminaba con el destierro de los judíos y les diera nuevamente una patria y un templo.

 

 

 

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