CONTINUACIÓN EVANG SEGUN SAN JUAN - XI
CRUXIFICIÓN, MUERTE Y SEPULTURA (19, 17-42) XI
También aquí muestra Juan un talante más dramático que los Sinópticos, construyendo episodios de importancia teológica a partir de detalles de la tradición. Con palabras ligeramente diferentes los cuatro evangelios mencionan la acusación “rey de los judíos”, pero en Juan este hecho sirve de ocasión para el último reconocimiento por parte de Pilato de la verdad sobre Jesús, proclamándola al estilo de una inscripción imperial en tres lenguas. Los cuatro evangelios mencionan el reparto de las vestiduras de Jesús, pero en Juan el modo como los soldados romanos cumplen así las Escrituras hasta un grado superlativo está formulado como ilustración de que Jesús seguía siendo objeto de una acusación grave. Los otros evangelios mencionan a las mujeres galileas de pie a una cierta distancia de la cruz tras la muerte de Jesús; Juan las presenta más cerca de la cruz cuando el Maestro está aún vivo. Hay también otros dos personajes cuya presencia se refleja sólo en Juan, pero cuyos nombres jamás menciona: la madre de Jesús y el Discípulo amado. Jesús los pone en relación de madre a hijo y constituye así una comunidad de discípulos que son madre y hermano para él, la comunidad que conserva el evangelio. Con ello el Jesús joánico puede ya pronunciar sus palabras finales sobre la cruz, “Todo se ha cumplido”, para entregar su espíritu a la comunidad de creyentes que deja detrás de sí (19, 30).
La escena del soldado que atraviesa el costado de un Jesús muerto es típicamente joánica, y es el cumplimiento de 7, 37-39 – del costado del Maestro fluirá agua viva como símbolo del Espíritu- y de 1, 29 (puesto que no se debían quebrar los huesos del cordero pascual), a saber que Jesús es el cordero de Dios. Es propia de Juan la figura de Nicodemo (3, 1-2; 7, 50-52), quien no había admitido abiertamente que creía en el Nazareno. Ahora reaparece este personaje y (junto con José de Arimatea, un amante de la tradición) proporciona públicamente un entierro honorable a Jesús, cumpliendo la promesa de éste de atraer hacia sí todas las cosas una vez que haya sido elevado (12, 32).
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