CONT. EVANGELIO SAN JUAN ( PARTE XII)
LA FE EN EL JESÚS RESUCITADO (20, 1-29) XII
Al igual que en Lucas y Marcos (16, 9-20), pero a diferencia de Mateo y de Marcos 16, 1-8, el capítulo 20 de Juan sitúa todas las apariciones del Señor resucitado en Jerusalén, sin ninguna indicación de que haya habido otras apariciones en Galilea. Juan dramatiza cuatro diferentes respuestas de fe al Jesús resucitado, dos en escenas que tienen lugar ante la tumba vacía, y otras dos en una habitación en donde están reunidos sus discípulos. La segunda y la cuarta concentran en las reacciones individuales: María Magdalena y Tomás. Algunos materiales joánicos tienen paralelos en los Sinópticos, pero su disposición y el material añadido reflejan el gusto de Juan por el encuentro personal con Jesús.
Las apariciones mencionadas anteriormente pueden localizarse así:
En la tumba (20, 2-18). Hay una introducción, ver 20, 1-2, que consiste en la llegada a la tumba de María Magdalena, como la encuentra vacía y su relato a Simón Pedro y al Discípulo amado, que prepara para las dos escenas junto a la sepultura. En la primera 20, 3-10, presenta a Simón Pedro y al Discípulo amado corriendo hacia la sepultura. Los dos entran y ven la fajas y el sudario; sin embargo, sólo el Discípulo amado accede a la fe.
La segunda escena presenta a María Magdalena volviendo a la tumba en donde hay en esos momentos dos ángeles. Ni las palabras de éstos, ni la repentina presencia de Jesús, al que identifica erróneamente como el jardinero, la conducen a la fe. Esto se logra cuando Jesús la llama por su nombre, una ilustración del tema enunciado por la alegoría del buen pastor en 10, 3-4: éste llama a los suyos por su nombre y ellos conocen su voz. Jesús. Jesús envía a María para que proclame todo eso a los discípulos, quienes ahora son llamados sus hermanos porque, como resultado de la resurrección y ascensión, el Padre de Jesús es ahora también su Padre. Jesús sopla sobre ellos y les otorga el Espíritu Santo con poder para la remisión de los pecados, un poder que continúa el suyo propio.
Dentro de la habitación (20, 19-29). La primera escena (20, 19-25) acontece el domingo de pascua por la noche, en un lugar que tiene las puertas cerradas por miedo a “ los judíos”. El cuadro presenta a algunos de los Doce y se parece a la escena conclusiva de los otros evangelios, en la que Jesús se muestra a los Once (Doce menos Judas) y los envía a la misión. La segunda escena (20, 26-29) se localiza en el mismo lugar una semana más tarde con Tomás presente. Aunque la prueba propuesta a este discípulo, a saber, examinar con sus dedos las palmas de Jesús y meter su mano en el costado de aquél, representa una imagen corpórea y tangible del Jesús resucitado, debe notarse que el autor no dice que Tomás tocara a Jesús. Haberlo hecho supondría probablemente que el discípulo continuaba incrédulo. Más bien la prontitud en que cree sin tocar a Jesús, es fe genuina. Pronuncia entonces la confesión cristológica más elevada de los evangelios: “Señor mío y Dios mío”, que forma una inclusión con la frase del Prólogo “La Palabra era Dios”. Como respuesta, Jesús bendice a todas las generaciones futuras que creerán en él sin haberlo visto (20, 29), mostrándose así consciente de los futuros lectores del evangelio para los que Juan ha estado escribiendo toda la obra.
Fuente : Evangelio según Juan, Raymond Brown
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