ECLESIASTÉS O QOHÉLET
INTRODUCCIÓN AL LIBRO ECLESIASTÉS O QOHÉLET
El Eclesiastés ha sido tal vez el gran olvidado de los libros sapienciales y bajo nuestro punto de vista el que menos se ha entendido. Entonces, para poder extraer de él todo lo que nos ofrece, es necesario conocer ciertos datos sobre el contexto del escritor y luego reflexionar sobre una ética distinta, haciendo a un lado la etiqueta de pesimista que se ha querido imponer a este libro.
El Eclesiastés, que quiere decir “El Predicador”, vivió en el siglo III a. C. En ese momento Palestina estaba dominada por Egipto, y a este imperio sólo le interesaba obtener riqueza a costa de sus súbditos. Se imponía por todas partes la lengua griega y el helenismo, es decir la cultura griega. Jerusalén se salvó por un tiempo de esta invasión cultural, pero finalmente sucumbió ante el poder político de las familias que tenían el manejo de los negocios. Era una verdadera penetración de comerciantes griegos y aparentemente no había quien pudiera hacerles frente y la fe en el Dios de Israel se perdía día, tras día. Es entonces cuando surge un maestro de la Ley y acepta el desafío. Este Predicador polemista (este es el sentido de la palabra Eclesiastés, en hebreo Qohélet : el que convoca, el que interpela), pone en tela de juicio las certezas de la filosofía griega, que pretendía develar las incógnitas de la existencia. Los discípulos de ese desconocido publicaron su obra atribuyéndola a Salomón, rey que se ganó la reputación de sabio, resumiendo las enseñanzas de su maestro en este breve escrito de sólo 12 capítulos, que tal vez sirvió para la enseñanza en la Escuela del Templo. Parece haber sido redactado hacia los años 240 a 220 a. C.
CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES
Es de resaltar que una de las características de este libro es la repetición de las mismas palabras, pero procurando que cada vez expresen nuevos significados. Igualmente, podríamos aventurarnos a pensar que la tesis sobre la que se desarrollaría el pensamiento de Qohélet podría ser “la vanidad de vanidades”, pero eso sería agotar en unas cuantas palabras su enseñanza. Sin embargo, al afirmarlas tantas veces, las convierte en pilar fundamental a la hora de entender este libro en su totalidad. Para el Qohélet la vanidad de vanidades es una sentencia de gran importancia reforzada en el Cap 7, 15 “En mi vano vivir, de todo he visto: justos perecer en su justicia, e impíos envejecer en su iniquidad” y en el 9, 9 “Vive la vida con la mujer que amas todo el espacio de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en las fatigas con que te afanas bajo el sol”.
Parece que el Eclesiastés se desmarca dentro de la literatura sapiencial, como una obra de transición. Las seguridades tradicionales se debilitan, pero nada firme las sustituye aún. La visión de este autor nos parece incompatible con el lenguaje de los salmistas o de los proverbios de Salomón, y el problema que plantea coincide parcialmente con el de Job : ¿Tienen acá en la tierra su sanción el bien y el mal? La respuesta de Qohélet como la de Job es no, porque la experiencia contradice todas las soluciones admitidas (7, 25 a 8, 14). La diferencia consiste en que El Predicador es hombre de buena salud y no busca como Job la razón del sufrimiento, comprueba la vacuidad del bienestar y se consuela recogiendo los modestos goces que puede ofrecer la existencia.
En cuanto al conocido Cap. 3 que trata sobre la muerte, podríamos llegar a pensar que todo está escrito, que no podemos hacer nada para cambiar la historia puesto que “ Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo”. Sin embargo, nuestra historia la vamos escribiendo nosotros mismo, Dios es una guía, un camino, una forma de ir escribiendo esta vida. El Señor nos ofrece un Kairós (tiempo de Dios) para cada aspecto de nuestra existencia. Habría que extraer el provecho de este regalo, tendríamos que aprender todo lo que nos enseña y ponerlo en beneficio de la construcción del pueblo de Dios.
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