ARGUMENTO - LIBRO DE JOB
El Prólogo presenta las circunstancias en que se desarrolla el drama y de los personajes que en él intervienen. El protagonista, Job, es un rico hacendado (1, 3) que vive con su familia en el país de Us, población situada, según se cree, en la región aramea que se extendía hacia el sudoeste de Palestina. Era un hombre de fe, descrito como “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (1,1). Job es víctima de una cadena de desdichas que lo dejan bruscamente sin hijos y sin hacienda, enfermo y reducido a una condición miserable (7, 4-5). Pero, a pesar de todas las desgracias el confía en Dios y lo bendice (1, 21), no deja que sus labios pequen contra el Señor.
En aquella situación, tres amigos del protagonista acuden a “condolerse con él y a consolarlo” : Elifaz, el temanita, Bildad el suhita y Zofar el naamatita (2, 11). Contestando los lamentos de Job, sus visitantes hablan por turno y él responde a cada intervención. De esta manera se disponen tres series de discursos (3, 1 al 31, 40), a cuyo término aparece otro personaje, el joven “Eliú hijo de Baraquel, el buzita (32, 2 cf. v6) que toma la palabra para reprender con ironía a Job y a sus amigos. Ninguno de ellos replica el largo y afectado discurso de Eliú (32, 6 al 37, 24), después del cual Yahvé mismo interviene y pone fin a todo el diálogo (38-41), al que sólo seguirán unas palabras de arrepentimiento pronunciadas por Job (42, 1-6), inmediatamente antes del Epílogo en prosa.
Las lecciones que sugiere este libro son dos : El poder del mal en la vida humana, y el uso del sufrimiento en el plan divino como un medio de perfeccionar el carácter.
El personaje central de este libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero éste lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. (“Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros.” Rom 8, 18)
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