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Palabra Creadora

LOS SALMOS

LOS SALMOS

El Salterio es la colección de los ciento cincuenta salmos que conforman este libro. Su nombre se deriva del griego Psalterion, propiamente el nombre del instrumento de cuerda que acompañaba a los cantos o salmos.

Desde el punto de vista estilístico se distinguen tres grandes géneros : los himnos, las súplicas y las acciones de gracias.  Sin embargo, no se trata de una división propiamente dicha, ya que existen dentro de los salmos formas secundarias, irregulares o mixtas, y no siempre corresponde a un agrupamiento de los salmos que se pudieran hacer según sus temas o sus intenciones.

Los himnos tienen una composición bastante uniforme.  Todos comienzan con una exhortación a la alabanza divina. El cuerpo del himno detalla los motivos de esta alabanza, los prodigios realizados por Yahvé en la naturaleza, especialmente su obra creadora, y en la historia, particularmente la salvación concedida a su pueblo.  La conclusión repite la fórmula de introducción o expresa una oración. 

Los himnos son los salmos 8, 19, 29, 33, 46-48, 76, 84, 87, 93, 96-100, 103-106, 113, 114, 117, 122, 135, 136, 145, 150.

En cuanto a las súplicas, o salmos de sufrimiento, o lamentaciones, a   diferencia de los himnos, las súplicas no cantan las glorias de Yahvé, sino que se dirigen a él.  Generalmente comienzan con una invocación, a la que acompaña una petición de ayuda, una oración o una expresión de confianza. En el cuerpo del salmo se intenta conmover a Yahvé describiendo la triste situación de los suplicantes,  con metáforas que son tópicos y que rara vez permiten determinar las circunstancias históricas o concretas de la oración : se habla de las aguas del abismo, de las asechanzas de la muerte o del Seol, de enemigos o de bestias,  todos ellos amenazantes. También encontramos protestas de inocencia y confesiones de pecado como el Miserere (Salmo 51) y otros salmos de penitencia.  Estas súplicas pueden ser colectivas o individuales. 

La súplica concluye a menudo, a veces abruptamente,  con la certeza de que la oración es atendida y con una acción de gracias,  por ejemplo los Sal 6, 22, 69,140.

Por último,  los salmos de Acción de Gracias,  en los que predomina el agradecimiento  que puede convertirse en lo esencial del poema, que no son muy numerosos,  así tenemos los Sal  18, 21, 30, 33, 34, 40, 65-68, 92, 116, 118,124,129,138, 144

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