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LIBROS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS (II Parte)

LIBROS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS (II Parte)

Los escritos procedentes de Esdras y de Nehemìas han sido fraccionados para luego reunirlos combinándolos.  Utilizando las fechas concretas que se dan en ellos, el informe de Esdras puede restituirse en el orden siguiente: Esd 7, 1 al 8,36;  Ne 7,72 al 8, 18; Esd 9,2 al 10,44 y Ne 9, 1-37.

Este documento ha sido rehecho por el Cronista, quien puso algunas partes en tercera persona, y ha recibido adiciones, como la lista de los culpables de Esdras y las plegarias.  El Cronista ha introducido un documento sobre la reconstrucción de las murallas;  la lista de los primeros sionistas se repite en Esd 2.  El capítulo 10 es otro documento más de archivo que pone el sello al compromiso aceptado por la comunidad durante la segunda misión de Nehemías, 13.  Igualmente, el marco del cap 11 es una composición del Cronista, a la que se han añadido listas de la población de Jerusalén y de Judá,  además de listas de sacerdotes y levitas en el cap. 12.

Estos procedimientos literarios plantean graves problemas a los historiadores. La cuestión más discutida y más difícil atañe a la cronología de estos libros. Por lo demás,   para la inteligencia religiosa de los libros,  es de interés secundario.  De conformidad con la intención del autor, presentan un cuadro sintético, pero no engañoso, de la Restauración judía;  y para comprender ésta, importa mucho más conocer las ideas que la animaron que el orden exacto de los hechos. Los judíos beneficiándose de la política religiosa liberal que los Aqueménidas aplicaban en su imperio, vuelven a la Tierra Prometida, restablecen el culto, restauran el Templo,  levantan las murallas de Jerusalén y viven en comunidad, gobernados por hombres de su raza y regidos por la Ley de Moisés.  Ello no les exige más que una lealtad, fácil de guardar ante un poder central respetuoso con sus costumbres. 

Se trata aquí de  un acontecimiento de gran importancia ya que se trata del nacimiento del Judaísmo, preparado en las largas meditaciones del Destierro y ayudado por la intervención de hombres providenciales.

No ha de extrañarnos que, en esta reagrupación de la comunidad en torno al Templo y bajo la égida de la Ley, el Cronista haya visto una realización del ideal teocrático que él había proclamado en las Crónicas.  Sabe que hay que esperar algo más;  pero es que su dependencia de los documentos que reproduce es mayor que en las Crónicas,  pues conserva su tono particularista que las circunstancias justifican, y,  en relación con la esperanza mesiánica,  respeta su silencio, inspirado sin duda en una honrada lealtad. 

Estos libros han sido escritos en medio de los siglos IV y III,  antes de nuestra era,  que tan mal conocemos y en el que la comunidad de Jerusalén, replegada en sí misma, se reconstruye en silencio y adquiere hondura espiritual.

 

 

 

 

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