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Palabra Creadora

INTROD EPÍSTOLAS SN PABLO, XV

INTROD EPÍSTOLAS SN PABLO, XV

CARTAS I Y II TIMOTEO Y TITO

Estas cartas dirigidas a dos de los más fieles discípulos de Pablo, Hch 16, 14; 2Co 2, 13, ofrecen directrices para la organización y el régimen de las comunidades cristianas que se les han confiado.  Por esa razón se las llama “pastorales” desde el siglo XVIII.  Estas cartas presentan divergencias notables con las obras de Pablo.  Difieren considerablemente en el vocabulario.  Muchas palabras de uso frecuente en las anteriores epístolas no aparecen en éstas, y sí en cambio otras, y en gran proporción, que no figuran en las primeras. 

El estilo ya no es apasionado ni entusiasta, sino frío y burocrático.  El modo de abordar los problemas ha cambiado.  Pablo se limita a condenar las falsas doctrinas en lugar de oponerse a ellas con argumentos persuasivos.  Finalmente es difícil situar estas cartas en el decurso de la vida de Pablo, tal como los Hechos nos la describen.  Se comprende así que se cuestione la autenticidad de las Pastorales.  Frecuentemente se explican estas diferencias invocando la edad avanzada de Pablo, que habría dejado más libertad a un secretario (quizás Lucas,  2 Tm 4, 11) y la deficiente información sobre los detalles de la vida de Pablo después de su liberación de la prisión romana.  Pero muchos críticos rechazan esos argumentos por demasiado subjetivos, y sostienen que las Pastorales son obra de un discípulo de Pablo, de fines del siglo I, escritas con el objeto de resolver problemas de una iglesia bastante diferente.  

La hipótesis anterior no es en absoluto imposible, pero no hay ningún testimonio que indique que existían ya las cartas pseudoepigráficas y que tuvieran alguna aceptación.  2 Ts 2, 2 y Ap 22, 18 demuestran que los primeros cristianos veían la necesidad de distinguir los escritos auténticos de los falsos.  Unos pocos críticos defienden una posición intermedia entre estos dos extremos según ellos un cristiano, discípulo de Pablo, habría heredado las tres cartas personales conservadas por Timoteo y Tito hasta su muerte.  Las completó añadiendo lo que creía que Pablo habría respondido a los nuevos problemas de la Iglesia. 

Las Pastorales no serían, pues, del Apóstol pero contendrían fragmentos auténticos, por ejemplo 2 Tm 1, 15-18; 4, 9-15; Tt 3, 12-14.  Las dudas sobre la extensión y el numero de estos fragmentos restan valor a la hipótesis, carente de pruebas en apoyo de tal práctica editorial en aquella época.

La insuficiencia de estas hipótesis hace pensar en un error metodológico cuando se toman las Pastorales como un conjunto unificado, por lo cual ciertas observaciones válidas para una carta se las aplica a las demás, creando confusión.  Por el contrario, el estudio detallado de cada una de las cartas demuestra una proximidad mayor entre 1Tm y Tt que entre cualquiera de éstas y 2Tm.  Si se estudia esta última aisladamente no existe ninguna objeción convincente que impida admitir que haya sido escrita por Pablo.  Al tener como destinatario a una persona, difiere de las cartas dirigidas a las iglesias, como la carta de Ignacio a la iglesia de Esmirna difiere de su carta a Policarpo, obispo de la misma iglesia.  Si admitimos que 2Tm se enmarca naturalmente en el final del cautiverio de Pablo en Roma, Hch 28, 16s, mientras esperaba su liberación. 

Por otro lado,  si admitimos la autenticidad de 2 Tm, el carácter heterogéneo de 1 Tm y Tt resulta más evidente dentro del corpus paulino.  De modo particular, la visión del ministerio que en ellas se desarrolla contrasta vivamente con la dinámica misionera propia de Pablo, 1 Tm 1, 6-8; Flp 2, 14-16.  Lo que denomina aquí es la preocupación por una conducta ciudadana respetuosa y sumisa.  1 Tm 2, 1-2; 6, 2; Tt 3, 1-2, y las cualidades requeridas para los ministros son las propias de cualquier burócrata, 1 Tm 3, 1-13; Tt 1, 5-9.  Se ha producido, pues, una clara evolución en las iglesias paulinas. De una Iglesia entusiasta, inflamada por el Espíritu, se ha pasado a una comunidad organizada.  El jefe carismático ha dejado su puesto a una dirección institucional; pero no hay todavía trazas del tipo de episcopado monárquico, atestiguado por Ignacio de Antioquía.  La autoridad en la Iglesia es colegiada, y los “epíscopos”, 1 Tm 3, 2´5, tienen la misma función que los “presbíteros”, 1 Tm 5, 17.  Cada presbítero debe tener las cualidades de un “epíscopo”, Tt 1, 6-9.  No conviene, pues, señalar para 1 Tm y Tt una fecha demasiado tardía dentro del siglo I.

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