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Palabra Creadora

INTRODUCCIÓN A LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

INSPIRACION DEL ESPÍRITU SANTO

Si el Espíritu Santo no dio a sus intérpretes una perfecta unidad en el detalle, es que no concedía a la precisión material importancia para la fe. Más aún, es que buscaba esta diversidad de testimonio.  “Más vale acuerdo tácito que manifiesto”, dijo Heráclito. 

Desde un punto de vista puramente histórico, un hecho que nos atestiguan diversas y aun discordantes tradiciones posee, en su sustancia, una riqueza y una solidez que no sería capaz de conferirle un testimonio perfectamente coherente,  pero de una sola tonalidad.  Así,  algunos “dichos” de Jesús están atestiguados doblemente,  según la triple tradición en Mc 8, 34-35= Mt 16, 24-25 = Lc 9, 23-24, y según la doble tradición en Mt 10, 37-39 = Lc 14, 25-27.  Hay aquí una variante entre formulación negativa y positiva,  pero el sentido es el mismo. Podríamos continuar citando una treintena de casos similares,  lo cual les da un sólido fundamente histórico.  Este mismo principio vale para los hechos de Jesús;  por ejemplo el relato de la multiplicación de los panes que se nos ha transmitido según dos tradiciones diferentes, ver Mc 6, 35-44 y Mc 8, 1-9.

Tampoco podemos poner en duda que Jesús haya curado enfermos, con el pretexto de que los detalles de cada relato de curación varíen según sea el narrador. Los relatos del proceso y de la muerte de Jesús, lo mismo que los de las apariciones del Resucitado, son casos más delicados,  pero en ellos se aplican los mismos principios para apreciar su valor histórico.

Se considera pues,  una ventaja el que la diversidad de los testimonios no se deba solamente a las condiciones de su transmisión, sino que sea el resultado de correcciones intencionadas. No cabe duda de que en muchos casos los redactores evangélicos han querido presentar las cosas de forma diferente. Al analizar las tendencias propias de cada evangelista,  estamos haciendo “critica a la redacción”,  lo que nos hace presuponer que los evangelistas eran verdaderos autores y teólogos en sentido pleno.  Y,  antes que ellos, la tradición oral, de la que son herederos, tampoco transmitió los recuerdos evangélicos sin interpretarlos y adaptarlos a las necesidades de la fe viva de que eran portadores. Estas tres etapas de la tradición son las que nos dan los evangelios, siempre que los leamos teniendo en cuenta estos tres asientos sucesivos.  Los tres niveles son inspirados, los tres proceden de la Iglesia antigua, cuyos responsables representaban el primer magisterio.

El Espíritu Santo, que iba a inspirar a los autores evangélicos, presidía ya todo este trabajo de elaboración previa y lo conducía hacia la consumación de la fe, garantizando sus resultados con esa verdadera inerrancia que no reside tanto en la materialidad de los hechos como en el mensaje de salvación que contienen.

 

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