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Palabra Creadora

LIBRO I DE LOS MACABEOS

LIBRO I DE LOS MACABEOS

El cuerpo del libro se divide en tres partes, consagradas a las actividades de los tres hijos de Matatías, que sucesivamente  se ponen a la cabeza   de la  resistencia.

 El primero de ellos,  Judas Macabeo (166-160 a. C.),  cap 3, 1 al 9, 22,  obtiene una serie de victorias sobre los generales de Antíoco, purifica el Templo y logra para los judíos la libertad de vivir conforme a sus costumbres.  Bajo  Demetrio I,  las intrigas del sacerdote Alcimo le crean dificultades, y Nicanor,  que quería destruir el Templo,  es derrotado y muerto.  Judas busca la alianza de los romanos para asegurar sus posiciones.  Muere en el campo de batalla.  Le sucede su hermano Jonatán (160-142),  cap 9, 23 al 12, 53.  Las maniobras políticas alcanzan entonces mayor importancia que las operaciones militares.  Jonatán se aprovecha con habilidad las rivalidades de los que pretenden el trono de Siria:  es nombrado como sacerdote por Alejandro Balas, reconocido por Demetrio II y confirmado Antíoco VI. 

Jonatán trata de concertar alianza con los romanos y los espartanos.  Va dilatándose el territorio sometido a su control y parece asegurada la paz interior, cuando Jonatán cae en manos de Trifón, que le hace morir, así como al joven Antíoco VI.  El hermano de Jonatan, Simón (142-134),  ver cap 13, 1 al 16, 24,  apoya a Demetrio II, que recupera el poder.

 Demetrio y luego Antíoco VII, le reconocen como sumo sacerdote, estratega y tetrarca de los judíos.  Con esto, está ya conseguida la autonomía política.  Estos títulos le son confirmados por un decreto del pueblo.  Se renueva la alianza con los romanos.  Es una época de paz y prosperidad.  Pero Antíoco VII  se vuelve contra los judíos,  y Simón con dos de sus hijos, es asesinado por su yerno, que creía hacer con este un servicio al soberano.

 En este libro hay que reconocer las intenciones del autor,  porque,  por mucho que se extienda en narrar los sucesos de guerra y las intrigas políticas,  lo que quiere relatar es una historia religiosa.  Considera las desgracias de su pueblo como un castigo del pecado y atribuye a la asistencia de Dios los éxitos de sus adalides.  Es un judío celoso de su fe y ha comprendido que ésta era la que estaba en juego en la lucha entre la influencia pagana y las costumbres de sus padres.  Es,  pues,  un decidido adversario de la helenización y se siente lleno de admiración por los héroes que han combatido por la Ley y el Templo,  y que han conquistado para el pueblo la libertad religiosa y luego la independencia nacional.  Es el cronista de una lucha en que se salvó el judaísmo portador de la Revelación.

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