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EL LIBRO DEL PROFETA HABACUC

EL LIBRO DEL PROFETA HABACUC

 

El corto libro de Habacuc está compuesto con mucho cuidado.  Se inicia con un diálogo entre el profeta y su Dios: a dos quejas del profeta responden dos oráculos divinos,  Cap 1, 2 y 2, 4.  El segundo oráculo fulmina cinco imprecaciones contra el opresor inicuo, Cap 2,  5-20.  Luego, el poeta canta en un salmo el triunfo final de Dios, Cap 3. 

Sin embargo,  se discuten las circunstancias de la profecía y la identificación del opresor. Se ha pensado en los asirios o en los caldeos,  y hasta en el propio rey de Judá, Joaquín.  Esta última hipótesis no se puede sostener, mientras que las otras dos se apoyan en buenos argumentos.  Si se acepta que los opresores representan a los asirios, contra ellos sin duda suscita Yahvé a los caldeos,  ver Cap 1, 5-11.  Se puede también admitir que los opresores son del principio a fin los caldeos,  mencionados en el Cap 1, 6.  Ellos han sido los instrumentos de Dios para castigar a su pueblo, pero a su vez serán castigados por su inicua violencia, porque Yahvé ha salido a hacer la guerra para salvar a su pueblo, y el profeta espera esta intervención divina con una angustia que finalmente se transforma en alegría.  Si esta interpretación es válida habría que fechar el libro entre la batalla de Carquemis (605 a. C.) que dio a Nabucodonosor el Próximo Oriente, y el primer asedio de Jerusalén en el 597 a. C. Así, Habacuc sería muy poco posterior a Nahúm y, como él, contemporáneo de Jeremías.

Dentro de la doctrina de los profetas, Habacuc aporta una nota nueva:  se atreve a pedir a Dios cuenta de su gobierno del mundo.  Ciertamente Judá ha pecado, pero ¿por qué Dios, que es santo,  (Cap 1, 12) que tiene ojos demasiado puros para ver el mal (Cap 1, 13), escoge a los caldeos bárbaros para ejercer su venganza?;  ¿por qué ha de castigar al malvado, otro peor que él?;  ¿por qué parece que Dios ayuda al triunfo de la fuerza injusta?

Es el problema del MAL, planteado en el plano de las naciones, y el escándalo de Habacuc es también el de muchas almas modernas.  A él y a ellas se dirige la respuesta divina: por caminos paradójicos, el Dios omnipotente prepara la victoria final del derecho, y “el justo por su fidelidad vivirá”, Cap 2, 4,  perla de este librito que San Pablo engarzará en su doctrina de la fe.  Ver Rom 1, 17; Ga 3, 11; Hb 10, 38.

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